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710 «ALVERNIA)) Asís exhortaba a sus religiosos a seguir la Re– gla, diciéndoles: «Hermanos hijos carísimos, esta Regla que se nos propone es libro de la vida, esperanza de la salud, arra de la gloria, médula del Evangelio, camino de la cruz, estado de perfección, llave del Paraíso, pacto de eterna alianza» (155). d) El propio ojicio.-Dentro del estado religioso cada uno suele tener un cargo u otlcio particu– lar encomendado por la obediencia. El exacto cumplimiento de ese otlcio es voluntad cierta de Dios, significada por los Superiores. Estar, pues, encargados de desempef1ar un oficio y ocuparse en otro que no le esté asignado con perjuicio del primero, es contra la voluntad de Dios, es andar fuera de la órbita marcada por el mismo Dios. Primero, el deber, lo mandado ... ; después, lo que se pueda, según las circunstancias y su– puesto siempre el mérito de la obediencia. e) Las inspiraciones divinas.-Dios nuestro Seüor suele inspirar, por medio de la gracia, al– gunas cosas particulares, sobre todo a las almas que con decidida voluntad y eficacia aspiran a la perfección. En esas inspiraciones no hay tan– ta seguridad como en la legislación. En ocasio– nes puede suceder que sean fruto del carácter, de las pasiones, de la imaginación, del senti– miento, sugestiones del enemigo o de otras cau– sas que no son Dios, único origen de las ver– daderas inspiraciones. Si se trata de cosas or– dinarias, comunes a todos, no es tan fácil el en– gaflo; pero si se trata de cosas extraordinarias es siempre más peligroso dejarse engaflar. Para evitar estos escollos, el alma debe exponer con sinceridad sus inspiraciones al confesor o direc– tor y someterse con docilidad a sus consejos. Es evidente que se requiere ciencia y prudencia y discreción para proceder siempre conformes con l:.:i. voluntad de Dios. Si el alma busca con sin– ceridad la voluntad divina, pide a Dios le dé acierto en las determinaciones y en el obrar, Dios, (155i THOM. DE CELANO, Leg. ll, CflP. CLVII, P. 325.