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668' «ALVERNIA)) sucrlsto nos dice: Sin Mí no 11ocléis nada .(56). San Pablo afladr que ninguno puede 11ronunciar debidamente el nombre de .Jesús, sino en virtud del Espíritu Santo t57); luego es necesario el auxilio sobrenatural que está condicionado a la oración; por esto nos dice Jesucristo: Peclid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; el que picle recibe, el que busca encuen– tra. el que llama se le abre (58). Esos y otros muchos pasajes de la Escritura nos manifiestan la necesidad de la oración frecuente. Los Pa– dres y escritores eclesiásticos confirman unáni– mes la necesidad de la oración. Citemos sólo al– gunos. Gennadio escribe: «Ninguno consigue la salvación si Dios no le invita; ningún invitado la obra sin el auxilio divino; ninguno merece auxilio, sino el que ora» t59). San Juan Crisós– tomo: «Todo el que no ora a Dios y no desea gozar del coloquio divino, asiduamente está muerto... Como nuestro cuerpo sin alma está muerto y se vuelve fétido, así el alma que no se ejercita a la oración está muerta, se vuelve miserable y fétida» (60). Santo Tomás: «Que to– dos estamos obligados a la oración, porque esta– mos obligados a procurar los bienes espirituales, que se conceden divinamente, y no pueden pro– curarse de otra manera sino pidiéndolos a Dios» CGl). El Concilio Tridentino hizo suyas las palabras de S. Agustín: «Dios no manda cosas imposibles, sino que mandando amonesta para ha– cer lo que se pueda y ped:r lo que no se pueda», y añade el Concilio: «y ayuda para que pueda» (62). Lu::go para cumplir algunos preceptos, la ora– ción es necesaria. Añade el Catecismo Romano: «Dios no debe nada a nadie; luego es evidente ( 56) Sine me nihil potestis /acere. Ioann., XV, 5. 57) Nema potest diccrc, Dominus Iesus, nisi in Spi- Sancto. I Cor., XII, 3. 1 bfl, Mcttth., VII, 7 y sip;s. 159) De dog:n. eecl., cap. LVI, M. P. L., LVIII, col. 995. 160) De ]'rctCC:ct. ora t .. I, M. P. G, t. I, col. 776. (Gl I In IV distinct., 15, e¡. 4, art. I, acl 3. 1621 De natura et grat., cap. XLIII, M. P. L., t. XLIV, col. 271, cap. XL H. DENZINGER-BANN, s. J., n, 804.
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