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666 «ALVERNIA)) nos en la fe, esper,rnza, confianza, paciencia; pa– ra que apreciemos más sus gracias y dones, sin– tamos más nuestra indigencia... En dos hermo– sos pasajes nos muestra Jesús la perseverancia de la oración: Un hombre va por la noche a casa de su amigo, y le dice: Dame tres panes, porque ha llegado de camino un amigo mío y no tengo que darle; mas el otro responde desde den– tro: No me seas molesto, ya he cerrado la puer– ta y estoy acostado con mis hijos; no puedo le– vantarme a dártelo. Si perseverare llamando. si no es por la amistad, a lo menos por su importu– nidad se levantará y le dará lo que necesita .(49). Es admirable el ejemplo de la Cana110a: Llégase a pedir a Jesús que sane su hija, que está ator– mentada del demonio. El Maestro no le responde. Se llegaron sus disc,pulos, y le dijeron a Jesús: Mándala de aquí, que nos atormenta con sus clamores. Jesús les responde: No soy enviado si– no a las ovejas que verecieron de Israel. Pero ella viene, y le adora diciendo: Señor, ayúdame. Res– ponde Jesús: No está bien tomar el van de los hijos y echárselo a los perros. Ella respondió: Es verdad, pero los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus sei'íores. Entonces jesús le dice: ¡Oh mujer!, grande es tu fe; há– gase como tú quieres. Y se curó su hija desde aquel momento .(50). Es un ejemplo muy ins– tructivo que nos enseüa cómo debemos perse– verar en la oración con humilde conlianza que Dios escuchará nuestras súplicas en todas las cosas que nos son n2cesarias o convenientes. III. NECESIDAD DE LA ORACION Dos clases de necesidad se distinguen en la Teología: necesidad de medio y de prec>epto. Pues bien: la oración es para los adultos nece– saria con necesidad de precepto y es probable ,4Ul LUC.; XI, 5 y sigs. (50) Matth., XV, 24 y sigs.
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