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66 «ALVEHNIA» vida religiosa no estamos como pensionistas, co– mo asalariados que podemos cambiar a capricho o vivir como bien nos parece. Los cónyuges deben observar las obligaciones conyugales, y los reli– giosos las leyes de la vida religiosa generales y especiales, según su Instituto. 8. La obligación general común a todo religio– so, según doctrina de los teólogos, es de tender a la perfección. Santo Tomás dice que el estado religioso está establecido principalmente para ad– quirir la perfección: Religionis status principali– ter est institutus ad perfectionem, adipiscendam per quaedam exercitia (76). El que se hace religio– so, no ipso facto, está obligado a ser perfecto, si– no a trabajar por conseguirlo, como el que em– prende una carrera y frecuenta las escuelas no se hace inmediatamente sabio, sino que estudi::L para adquirir la ciencia (77). Y es tan grave esta obligación, que S. Alfonso María de Ligorio no duda afirmar que pecaría gravemente el religioso que se determinara firmemente a no tender a la perfección, o la descuidara en absoluto: Peccat mortaliter religiosus, qui firmiter statuit non ten– dere ad perfectionem, vez nullo modo de ea cu– rare (78). El Derecho establece que todos y cada uno de los religiosos, Superiores y súbditos, no sólo deben observar 1iel e íntegramente los votos he– chos, sino también conformar su vida y tender a la perfección de su estado, según las reglas y constituciones de la propia religión (79). La obligación de aspirar a la perfección se fun– da. en dos motivos principales: en los votos y en la legislación. El religioso no está obligado a prac– ticar todos los medios de perfección, ni todos los consejos evangélicos, sino aquellos que están de– terminados por su estado y por la legislación de la propia Orden... (80). (76) Summ. Theo!., II, IIe, q, 186, art. 1, ad 4um. (77) !bid., art. II. (78) Theo!. Moral.. l nr. n. 10, p, 451; t. II, p. 451. Ed. L. Gancle. Ronwe, 1907. 179) Can. 593. (80) Smnm. Throi.. II, IIe, q, 186, art, 2.