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64 ((ALVERNIA)l 3. Refiere S. Mateo que en cierta ocas10n se acercó un hombre al divino Salvador y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna?» «Serva mandata» Observa los manda– mientos. «Señor, respondió el joven, éstos ya los he guardado desde mi juventud. ¿Qué otra cosa me resta?» Jesús añadió: Si quieres ser perfec– to, vete, da cuanto tienes a los pobres; tendrás un tesoro en el cielo; ven y sígueme (73). El jo– ven se acobardó y se marchó triste... Con este ejemplo nos invita el divino Salvador, no sólo a observar los mandamientos para entrar en el reino de los cielos, sino también a ser perfectos. Si queremos ser perfectos, dice, es necesario re– nunciar al mundo, a los bienes de la tierra, y se– guir a Cristo... 5. ¿Para qué Dios nos concedió la vocación religiosa? ¿Cuál es la finalidad de nuestra vida religiosa? {Será sólo para vestirnos del háb:to, vi– vir en comunidad, encerrarnos en el convento? No, eso es muy poco; es sólo la apariencia exter– na, el distintivo externo que nos diferencia de los seglares. El fin intrínseco, esencial, que nos dis– tingue formalmente de los seglares, es la perfec– ción evangélica, es el seguimiento de Cristo, es la santidad de nuestro estado, que libremente he– mos abrazado. 6. Antes de la profesión éramos perfectamente libres para consagrarnos a Dios; nadie nos obli– gaba a seguirle en un estado más perfecto, a no ser el estímulo de la misma vocación; pero una vez que de hecho lo hemos prometido, con jura– mento ante los altares, estamos obligados a ten– der a la perfePción y cumnlir los comnromisos con– traídos con Dios. No me habéis elegido vosotros sino Yo os elegí para que vayáis y déis frutos, y vuestros frutos permanezcan (74). Dios nos eligió (731 Si 1•i 0 pprfePtus esse. vade, i:ende auae ha/Jes Pt r7a, rnupcribvs, pt hohPhis thesr111rum in coclo: et t 1 Pni sPr111ere me. M'atth., XIX. 17 y sigs. (74) Non vos me elegistis, sed PJn eieai 1,os ur estis Pt trur,tum afferatis et /ructus vecter maneat. Joann , XV, 16.