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GO ((ALVERNIA)) -------- que ayudan mucho, peru no bm;tan. Esas cosas constituyen las apariencias externas del religio– so, pero no forman la vida interna y espiritual del verdadero y completo religioso. La religiosi– dad interna y verdadera está en la consagración completa del hombre a Dios, en la tendencia con– tinua y progresiva hacia la perfección. Vivir con– forme a nuestra vocación, cumplir con nuestros votos y obligaciones, observar puntualmente toda nuestra legislación, es la mejor prueba de nues– tra gratitud y correspondencia a la gracia. Os ruego, dice el Apóstol, que caminéis en za voca– ción a la cual habéis sido llamados (68). No de– bemos ya ocuparnos de cosas seculares y mucho menos pecaminosas; es necesario esforzarse por despegar el corazón de las cosas de la tierra. Con las alas libres de los lazos de este mundo podemos volar a las alturas de la perfección. Pen– semos en los beneficios de la vocación para se– cundar los designios de Dios y producir frutos de santidad. Es necesario vivir y portarse dignamen– te, según la vocación que Dios nos ha misericor– diosamente concedido. El amor que no obra, no es verdadero amor; la gratitud que no correspon– de realmente, es vana. Las obras serán el mejor testimonio de nuestro amor y nuestra gratitud a Dios, que con paterna dilección nos eligió entre millares. Es menester que la correspondencia sea conti– nua, toda la vida, hasta la muerte. No basta la co– rrespondencia durante el año del noviciado, el tiempo de votos simples, algunos años de nuestra vida religiosa; es preciso fa continua perseveran– cia en la vocación y en la correspondencia; no se cumpla en nosotros la terrible sentencia del Salvador, que dice: Ninguno que mete la mano al arado y mira atrás es apto para el reino de los cielos (69). Cualquiera que se haya consagra– do a Dios en una vida más perfecta, no puede iG81 Obsecro itaquc vos... ul cligne ambule/is vocatio– ne, que; vocati estis. Ephcs., IV, l. (6fJJ Nemo mittens manuin sua.m ad aratrum. et respítiens reJo, aptus est reuno Dei. Luc., IX, 62.
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