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DÍA II.--<<DIES COGNITIONIS)) 15 Esta es la ocasión de pensar con seriedad en nuestro último fin, de proponer con firmeza servir a Dios. Debemos pensar en nuestros destinos, en– tre otras, por las siguientes razones: 18. a) Lo exige nuestra utilidad. Acabamos de decir que Dios nos dará como recompensa de los servicios que hagamos nuestra felicidad fu– tura y presente. Y ¿quién será tan insensato que desprecie la paz y la tranquilidad de que go– zan las almas justas en este mundo? ¿Quién será tan loco que renuncie a la felicidad eterna del paraíso? ... b) Lo e;Jjige su bondad y nuestra gratitud. To– do cuanto somos y tenemos lo hemos recibido de Dios. No tienes en ti un solo sentido, una sola facultad, un solo átomo que no lo debas a la bondad de Dios. ¿No es justo que sirvas al Au– tor de tu ser? ¿No es razonable que seas agrade– cido a tu bienhechor, que te otorgó cuanto tienes gratuitamente? Si un escultor, con genio admira– ble y mano maestra, formara de un bloque de mármol una bellísima estatua, y ésta pudiera co– nocer su belleza y hablar, ¿no es cierto que sus primeras palabras serían de agradecimiento para su autor? Dios es el Artífice supremo que te creó y te formó la criatura más bella y te hizo semejan– te a Sí mismo; ¿no es justo que prácticamente le muestres agradecimiento y le alabes con tu lengua y le ames con tu corazón y le sirvas con tus obras? e) Lo e:x;ige su dominio. Hemos dicho más arri– ba que Dios tiene un dominio esencial, supremo, universal y eterno sobre nosotros. ¿No es, pues, natural que el siervo sirva a su Señor? Como los siervos y las siervas están en manos de sus seño– res, así nuestros ojos deben mirar siempre a nues– tro Dios (37). Siendo dependientes absolutamente de Dios, no podemos decir: esto no quiero hacer, aquello no quiero cumplir. El lenguaje de un sier- (37) Ecce sicut oc1lli servorum, in manibmi domino– nun suorwn. Sicut oculi mwillae in nianibus dominae suae: ita oc,lli nostri ad Dominu:m Demn nostrum. [?s. CXII, ~- .