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42 «ALVERN!A)) ¿Cuál será nuestra recomvensa? a) Nuestra re– compensa será la felicidad futura y la presentf'. Si servimos a Dios en este mundo, Él nos prome– te la vida eterna. Lo que se merezca en vida, eso se recibirá después de la muerte. Si servimos al pecado, el infierno será nuestro castigo: si servi– mos a Dios, el cielo será nuestro premio. Dios es fiel a sus promesas y por nuestros pequeüos ser– vicios nos dará una gloria sin medida por toda una eternidad. Luego debemos servir a Dios por el corto tiempo de nuestra existencia, para rei– nar con Él por toda la eternidad. Esa felicidad será objeto de otras meditaciones... b) Nuestro corazón busca la felicidad, pero no la puede encontrar fuera del servicio de Dios. El hombre, fuera del camino recto que conduce a Dios, no puede encontrar contento. Los impíos dirán que gozan de paz en sus placeres, pero no es verdadera paz (28l. La paz verdadera del co– razón procede del cumplimiento del deber, de la buena conciencia, de la observancia de las leyes, como dijo David: Los que aman la ley, clisfruta– rán ele mucha paz (29). Esto mismo demuestra una triste experiencia. ¿Qué paz puede tener el avaro, que habiendo opri– mido al débil, siente los estímulos de la concien– cia que le acusa de sus injusticias? ¿Qué paz pue– de gozar el jugador, que dilapidando su fortuna ve arruinarse su familia? ¿Qué felicidad disfru– tará el deshonesto, que se rebaja al nivel de los animales, se embrutece en sus facultades y se debilita en su cuerpo? Todo el que sigue sus des– ordenados apetitos se Hga con otras tantas cade– nas que le arrastran sobre la tierra. Vete, vete, alma infiel, busca tu felicidad en las criaturas, donde más te agrade, y si la encuen– tras, tenla por tu Dios, vuelve las espaldas a tu Creador. Pero no hay miedo; porque nunca po- (28\ Non est pax impiis dicit Dominiis. Is., XLVIII, 22. (29) Pax multa diligentibus legem tuam. Ps. CXVIII, 165.

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