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DÍA II.-«DIES COGNITIONIS)) 38 15. Que el hombre ha sido creado sólo para Dios, nos lo indica su misma inclinación natural. Como la piedra busca su centro de gravedad, el agua corre hacia la profundidad de los mares, la aguja magnética se orienta hacia su polo, de se– mejante modo el hombre tiende naturalmente ha– cia Dios, va siempre en busca de su felicidad, y su felicidad real, verdadera, suprema, no puede ser otra que la posesión de la suma Verdad, de la suma Bondad, de la suma Hermosura: Dios. Este es el objeto que puede saciar completamen– te sus anhelos. Ya lo dijo S. Agustín: «Nos has hE:cho, Señor, para Ti, y nuestro corazón está in– quieto mientras no descanse en Ti» (20). IV. EXCELENCIA DEL FIN PARA EL CUAL FUIMOS CREADOS 16. Fuimos creados para servir a Dios. La pa– labra. servicio parece que lleva consigo cierta es– clavitud y dependencia. Es muy cierto que nos– otros somos dependientes de Dios, pero esa depen– dencia no nos rebaja ni degrada; antes al con– trario, nos ennoblece: porque servir a Dios es reinar. En este mundo, cuando un hombre es invitado a servir a otro, luego se entera de las condicio– nes: quién es el señor a quien ha de servir, cuá– les serán sus oficios, qué socios le acompañarán, qué recompensa se le dará, etc. Cuando se entera que es un gran príncipe, que le destinará a ofi– cios nobilísimos, que los compañeros de servicio serán todos distinguidos, que la recompensa será sin medida, entonces acepta con alegría y sin re– paros. Apliquemos la comparación a nuestro caso. ¿Quién es el Se11or a cuyo sen 1 iczo nos somete– rnos? No es un príncipe, un rey, un emperador ni una alta personalidad de la tierra. Es el Rey (20¡ Fecisti nos acl te, et inq11iet11m est cor nostrum. cl.onee req11.iescat in te. Confess., l. I, c. I, n. l. M, l'. L., XXXII, col. 661.

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