BCCCAP00000000000000000000622

36 ((ALVERNIA» bre. Todo lo creado está bajo su imperio; nada se puede exceptuar. Por tanto, su dominio com– prende todo nuestro ser: al alma y al cuerpo, a las potencias y sentidos, a todo cuanto tiene ra– zón de ser en nosotros... Y este dominio universal no es de un momento o de un día, es de siempre. Todos los momentos, todos los días, todos los años y toda mi vida ejerce sobre mi un dominio universal... d) Eterno. La muerte arrebata a los hombres sus derechos; después de su existencia no pueden ser señores de sus cosas; pero los de– rechos de Dios pasan más allá del sepulcro, son inmortales como el mismo Dios. Es necesario vi– vir siempre bajo su imperio en ésta y en la otra vida, bien glorificando su bondad en los cielos, bien su justicia en los infiernos ... De este dominio de Dios se sigue que puede dis– poner de nosotros como le plazca: puede abatir– nos o levantarnos, enriquecernos o despojarnos de todo, concedernos la salud o quitarla, conser– varnos en la vida o enviarnos la muerte ... , sin que nosotros podamos pedirle cuenta de su con– ducta. iOh Señor!, yo soy t1l siervo (11). Dispo– ned como queráis de mi. .. 111. HEMOS SIDO CREADOS POR DIOS PARA CONOCERLE, AMARLE Y SERVIRLE 11. ¿Para qué nos creó Dios? ¿Cuál fué el mo– tivo que le impu;só a sacarnos de la nada? Todo ser inteligente, al obrar, se propone algún fm. Dios, que es la sabiduría por esencia, no podía obrar sin algún fin. Sería absurdo pensar que Dios obró a ciegas y sin algún designio. Dios, co– mo era perfectísimo en Sí mismo, de nadie y de nada necesitaba, no podía crear el mundo para adquirir alguna perfección; solamente podía crearlo para que le diera gloria externa. Toclas las cosas creó para Sí mismo (12). Todo cuanto (11) O Domi11r. (l2l Prov., XVI, ego servus tnus. Ps. CXV, 16.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz