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34 (CALVERNIA)) mar, a las aves del cielo y a los animales de toda la tierra ( 8). 8. Dios nos amó desde toda la eternidad (9) y nos creó en el tiempo, prefiriéndonos a una mul– titud inconmensuruble de criaturas posibles que permanecerán siempre en el estado de mera po– sibilidad, pero que podrían existir como nosotros existimos si Dios lo hubiese querido. Dios me pre– firió a mí, porque quiso, y me amó con amor efi– caz, porque le plu'go. Hemos de observar que esa creac10n libérrima de Dios continúa todos los momentos de mi vi– da; porque la conservación no es más que una continuada creación. En el momento que cesara el acto creativo de D'os, nosotros volveríamos a la nada. Para continuar existiendo, es necesario que nos sustente y que no nos abandone ni un solo momento. Y ¡cuánto no hace para conser– varnos! Para nuestra conservación hace salir ·'l sol cada día, produce los frutos de la tierra, llena de peces el mar, de aves los aires, de animales los campos; por nuestra conservación pone en mo– vimiento toda la naturaleza, ordenando a nues– tro servicio esa multitud y variedad de seres que pueblan el universo. ¡Oh bondad infinita de nues– tro Creador y Conservador! ¿Quión puede medir tu magnificencia? ... 9. Reflexionemos ahora las consecuencias que ~" siguen de la creación y conservación de nues– tro ser. Si Dios solo nos ha creado, si Él solo puede co'Jservarnos, resulta que Él solo es nuestro Due– ño absoluto, Él solo tiene completo dominio sobre nuestro ser. Todo cuanto somos o tenemos le per– tenece ... El padre tiene derecho a la obediencia y amor de sus hijos; el señor, al servicio de sus criados; el rey, a la sumisión de sus vasallos; el artífice, al uso de sus obras. Pues bien: Dios es (8) Faciamus homínem acl imaoinem et similituclinem no tram. Gen., I. 26, V. S. Lorenzo de Brindis, O. M. Cap., Qu.ocl. I, Dom. II c¡uacl,, fer. VI, Oper. Omn., vo– lumen IV, 224. Pat.avií, 1936. (9) Et in clwritutc perpetua dilexi te. Jcr., XXXI, 3.

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