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32 ((ALVERNIA)) fin. La vida presente tiene razón de medio para la futura. El hombre en este mundo debe dirigir todas sus actividades conforme al último fin. En otras palabras, el fin completo del hombre con– siste en conocer, amar y servir al Señor para después poseerle y gozarle eternamente. Dios nos prometió el cielo, pero debemos merecerlo con nuestras buenas obras. La bienaventuranza tiene razón de premio, que se dará a quien lo gane. Co– mo dijo el Apóstol: No será coronado, sino el que peleare legítimamente (3). Habéis siclo hecho~ siervos de Dios y tenéis vuestro fruto en la san– tificación, y vuestro fin en Za vida eterna ( 4). Hemos sido puestos por Dios en este mundo como peregrinos que caminamos hacia la eternidad. No tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos una futura (5). Dejamos para otra consideración el fin abso– lutamente último, o sea nuestra eterna felicidad; consideremos ahora el fin en esta vida presente, que consiste en el servicio de Dios. Demostremos cómo estamos obligados a servir a Dios durante toda nuestra vida presente, si queremos recibir como premio la futura del cielo. 11. NUESTRO CREADOR DEBE SER TAMBIEN NUESTRO FIN 7. Si con la consideración retrocedemos uno. dos o tres siglos antes de nuestra existencia so– bre la tierra, veremos que ya existía el sol que nos alumbra, la tierra que nos sustenta, las flo– res que nos encantan, las aves que nos alegnm, los alimentos que nos nutren. Existían los reí– nos con sus ciudades, las ciudades con sus habi- (3) Non coronabitur, nisi legitime certa1,crit. II Tim., II, 5. ( 4) 8P1-ri autem Deo. /wbetis frucdnm vestrum i11 sanctificationen, t'cro vitmn aeter,wm. Rorn., VI, 22. (5) l\Ton enim habemus hir. manentem ci1'itatem, sed futuram inquirinws. Hebr., XIII, 14.

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