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30 «ALVETINIA)) ces tormentos a los mártires; sostuvo en la vida austera y penitente a los confesores; movió, en fin, a multitud de hombres a seguir a Cristo, re– nunciando a los bienes del mundo, a los placeres de la carne, a las cosas transitorias de esta vida. Comprendiendo su insuficiencia, buscaron un bien absoluto, un bien sumo, un bien eterno, que pue– da saciar todas las legítimas aspiraciones del co– razón humano. 3. Todos los hombres, con más o menos cla– ridad, sienten una voz latente en el fondo de su corazón, que les dice: 0 Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Dónde estoy? ¿Adónde voy? ¿Por qué y parn qué estoy en este mundo? ¿Quién me ha creado? ¿Con qué fm me han colocado en este valle de dolor? A todas esas preguntas podemos responder breve y categóricamente: Soy creado por Dios, para conocerle, amarle y servirle en esta vida y después gozarle en la eterna. He aquí el fin del hombre en éste y en el otro mundo. Esta es una verdad profunda que no debe con– siderarse a la ligera; porque se trata nada me– nos que de nuestros destinos en el tiempo y en la eternidad: de nuestra felicidad o desgracia, temporal y eterna. Es una verdad que compren– de toda mi existencia. Quizá a primera vista apa– rezca un poco abstracta; pero si se la considera seriamente, a las luces de la fe y de la razón, llegaremos a conocer su importancia y experi– mentaremos sus saludables efectos en la obra d0 nuestra santificación ... 4. Para ello pidamos al Señor con el real Pro– feta David: Señor, clame a conocer mi fin (1). Ilu– minad mi entendimiento para que conozca esta verdad y moved mi voluntad para que ejecute lo que ella me enseña. Di con profunda humil– dad: Mira, Señor, con celestial piedad, los de– seos y súplicas de tu siervo. para que conozca lo que ha de hacer y adquiera fuerzas para cum– plirlo. 111 Notum tac mihi, Domine, finem meurn. Ps. XXXVIII, 5.

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