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DÍA I.-{(DlÉS PRAEPAílATIONISl) 23 dad filosófica y un dogma de fe. No nos basta, la buena voluntad, los esfuerzos humanos; se ne– cesita también la gracia y gracia superabunda,1- te, eficaz; ésta no se concede, de ordinario, sino por la oración, pidiéndola humildemente a Dios. Nuestras súplicas serán mejor oídas, si las diri– gimos por medio de la Dispensadora de todos los tesoros de Dios, que es la Virgen Santísima, · Madre de la divina gracia. Pedid y rogad con hu– mildad, confianza y perseverancia, por vosotros y por todos los ejercitantes, y el Señor, rico y bondadoso, os dará con abundancia. Pedid y se os dará (34!. 3. Correspondencia. Dios, al llamarnos al re– tiro, ciertamente quiere concedernos sus gracias. Es necesario que oigamos su voz, que sigamos con docilidad sus inspiraciones, que nos someta– mos en todo a su divina voluntad. Como un blo– que de piedra se deja labrar por el artista para sacar una bella imagen, así se debe someter el hombre a la voluntad del artista divino para que saque d,e Él su imagen, un Cristo por imitación y copia. Hablad, Señor, que vuestro siervo escn– cha <35). Hablad, hablad, Señor, que vuestro sier– vo os escuchará, os seguirá con docilidad y pron– titud en todos vuestros mandatos. 4. Aplicación recta de la doctrina. Lo que rn lee o se oye no se debe aplicar a otros. ¡ Qué bien le viene esto a Fulano! ¡ Qué biPn le cuadra aque– llo a Zutano! ... Cada uno debe aplicarse la me– dicina a si mismo según la dolencia que tenga. Antes de curar a los demás es necesario curarse a sí mismo. No sea que se nos diga: Medice, cura teipsum. En las lecturas, meditaciones, predica– ción, etc., se trata en general para todos, a fin de que cada uno escoja lo que más le convenga. 5. Fugere, tacere, quiescere. Huir del trato con los hombres, de la disipación, de todo lo que apar– te vuestro pensamiento de Dios, del alma y de la (34) Petite et dabitur vobis, Matth., VII, 7. (35) Loquere, Domine, quia audit servus tu1LS, I Reg., III, 9.

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