BCCCAP00000000000000000000622

196 «ALVERNIAll pulsan a obrar. Le faltan las divinas consolacio– ne3, se amortiguan las luces y se disminuyen los buenos sentimientos; no se percibe el olor divino del bálsamo del espíritu. El pecado venial conduce a la tibieza, y los ti– bios no están tan bien dispuestos a recibir las gracias como los fervorosos. Un cristal manchado o ahumado no deja pasar los rayos del sol como un cristal limpio. Las palabras de la Escritura que se refieren a las almas tibias se pueden apli– car a las que cometen pecados veniales frecuen– tes y deliberados. Porque no eres frío ni caliente. sino tibio, te empezaré a vomitar ele mi bo– ca 098). Dios retira esas gracias abundantes de las almas ingrntas, infieles, tibias, resultando el ejercicio de perfección más trabajoso; los sacri– ficios por la virtud, más penosos, y la santidad, menos atractiva ... De esto se origina la siguiente consecuencia: 4. Dispone al mortal. Una de las consecuen– cias más funestas de los pecaclos veniales deli– berados y repetidos es que disponen, poco a po– co, al pecado mortal. Con la deliberada frecuen– cia de los actos pecaminosos aumenta la incli– nación, se va formando el hábito, las pasiones se hacen más fuertes y atrevidas. Y los apetitos sa– bemos que no se sacian jamás; cuanto más tie– nen, más quieren. Puestos ya como en una pen– diente con una grave inclinación hacia determi– nada materia, ¿quién puede decir hasta aquí lle– garé y de aquí no pasaré? ¿Qué extraño es que uno que se habitúa a obrar mal, por ejemplo, en la murmuración, desbarre. cu::mdo menos ::.o p~en– se, en una murmuración grave? Quien repite ac– tos d:, inmodesta curiosidad, se dispone para mi– radas inhonestas; quien tiene una familiarid::i d vana, sensible, ligera, íntima, con personas de otro sexo, fácilmente llegará a tratarlas sensual– mente. Esa pasión que alimenta es como un fuego que está debajo de la ceniza, que, aumentando (198) Sed quia tcpítius es, et nPe frioic/11s. nPe calidus, incipiam te evo-mere ex ore meo. Apoc., III, 16.