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D'A III.-((DJES COl\IPUNCTIONIS)) 195 manece en el alma la hermosura que procede de la gracia santificante. Pero aunque no causa esa mácula mortal de que hablan !os teólogos, sin embsrgo, oscurece el esp:cndor del alma. Los pe– cados venial0s se comp:iran al polvo que impide la brillantez del rostro. El alma en estado de gracia es como un sol, cuyos resplandecientes rayos se oscurecen más o menos por el polvo de la atmósfera... 2. Disminuyen el fervor de la caridacl. Los pe– c::tdos veniales deliberados y frecu'.'ntes tienen la propiedad de disminuir el fervor de la caridad, imp:dc11. el ejercicio fácil, pronto. generoso y cons– tante de las virtudes y de las obras de perfec– ción. Cuando reina en el alma el fervor de la ca– ridad. está pronta para todo lo que es del ser– vicio del Señor, firme psra no sr::pararse de él, constante para prarticar las resoluciones. Com:i decía David: No me mo2;cré jamás de esta JJosi– ción (195), y S. Pablo ¿Quién me separará ele la caridacl ele Cristo? ( 196). Pero los pecados venia– les disminuyen ese fervor, esas ansias de perfec– ción. esos esfuerzos constantes para el ejercicio de las virtudes. La cumbre de la perfección pa– rece lejana, áspero el camino, inaccesible la sa– lida; y entonces viene la flojedad, el desaliento; se siente el cansancio por salir a las alturas del ideal, y se camina por vías mis anchas, más có– modas y comunes... 3. Privan ele muchas gracias. Es ley de la Pro– videl1cia comunicar sus gracias según la coope– ración de cada uno. Por esto dice el Evangelio: Al que tiene, se le clará y a7-mndará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará ( 197l. E! alma, con sus infidelidades. se hace indigna de auxilios especiales, de las gracias abundantes, de las mociones y buenas inspiraciones que le im- (195) Non rnovcbor in aetcrnunL Ps. XXIX, 7. c19ü) Quis nos separabit a charítate Christi? Rom., VIII. 35. i 197, Qui c11i111 lwbct. da/Jit11r ci. e/. ab1:ndalJit. mii ail– te:n non habct, et cruod ltabet ll'U/eretur ab eo. IUattli.p XIII. 12.