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194 «ALVERNIA)l dos esos males son de la criatura, son maies in– feriores al mal moral de la culpa leve. El prin– cipio de Mor:11 que dice: Non sunt facicnda mala, ut eveniant bona, es aplicable en este caso. No es licito cometer un solo pecado venial para con– seguir todos los bienes de este mundo, ni para evitar todos los males que pueden ocurrir a las criaturas, en la hipótesis imposible que tal pe– cado fuese necesario... Si preguntáramos a todos los coros de los án– geles y a todos los bienaventurados del cielo qué preferirían: ofender levemente a Dios o perder la bienaventuranza, todos responderían inmedia– tamente a una voz que preferirlan perder para siempre la bienaventuranza antes que ofender a Dios, aun con la más ligera culpa. Parece exageración, pero mirada la malicia del pecado ve;.1ial con los ojos de la fe, no lo es. Una culpa leve, por mínima que sea, es un mal mayor a todos los males que se pueden concebir; es un mal moral que va contra Dios. La ofensa de la Majestad divina supera a todos los males pasados, presentes y futuros que en las criaturas se pueden concebir. Luego no se debe decir que os cosa de poca importancia un pecado venial deliberado. Considerado. en si mismo, a la luz de la fo, es una cosa gravísima y detestable. Y si del pecado grnve se dijo «antes morir que pe– car», igualmente se debe declr del pecado veni.11. Es o~i.msa de Dios, y basta. III. EFECTOS DEL PECADO VENIAL Hemos de advert;:::- que los pecados veniales no extinguen la caridad, ni quitan la unión con Dios; tampoco disminuyen la gracia santificante, las virtudes y dones que a ella indisolublemente se adhieren; ni los méritos adquiridos, ni el pre– mio que a ellos corresponde, pueden robar los pecados veniales. El pecado venial tctmnoro rau– sa la mácula del pecado mortal; porque aún pcr-

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