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DÍA III.----((DIES COMPUNCTIONIS)) 191 Dentro de los pecados veniales se distinguen dos clases: unos que se llaman de sorpresa o fra– gilidad; otros, de propósito deliberaclo. Los pri– meros se cometen por irreflexión, flaqueza de la voluntad, momentáneamente y casi sin pensar; por ejemplo, ciertas distracciones o descuidos transitorios en los ejercicios de piedad, impru– dencias por precipitación, faltas de caridad en las palabras o en los juicios por falta de caute– la, etc. De estas faltas no estuvieron libres los santos, y son propias de la humana fragilidad. De estos pecados dice la Escritura: En muchas cosas faltamos todos <190). Si decimos que no tenemos vecados, nos engafíamos y no estamos en la verdad (191 l. Siete veces cae el justo y se levanta ( 192). Cierto que se ha.n de deplorar esas faltas y llorar amargamente, como lo hacían los santos; se ha de trabajar para disminuir el número y la malicia, evitar todo lo que se pueda el ofender a Dios aún en la más mínima cosa. Pero esas fal– tas de sorpresa no impiden la perfección. Dios conoce nuestra flaqueza y tiene compasión de nuestra miseria. Por esas faltas no debe venir el desaliento, ni la turbación. El alma debe hu– millarse delante de Dios, conocer su miseria, ha– cer frecuentes actos de contricción y de amor, que borran esos defectos. Los segundos, es decir, los pecados veniales cle– lilleraclos que se cometen a sangre fría, con re– flexión y plena advertencia y se repiten frecuen– temente por el afecto que se tiene al objeto pe– caminoso, son de grande impedimento para la perfección. Por la malicia que encierran y los efectos que se siguen son de temer mucho ,:n Ja v:da espiritual. Contra ésos se ha de combatir 1190/ In 11111/tis offelldimus omnes. Jac., III, 2. (191) Si dixerimus, q1wniam peccatnm non /iabem11s, ipsi nc,s sPduci111119, et reritas in nobi9 non est. I loan .. 1. 8. r1n21 Sr·¡;{h's et1itn rttclet JU' t1ts, et rcsugert. Prov.J XX1'V, lG.

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