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DÍA III.-((DIES COMPUNCTIONIS)) 187 tares que no haya s:do humilde de corazón. Pon– ¡:¡;amos los ojo,; Pl1 Cristo, la Virgen Inmacu– lada, en el ScT(,fico Patrlarca, en los santos todos la Igles:u, y en ellos aprendorcmos la v::rda– d:-ra lrnmHdad. RESUMEN Y C'ONCLUSION.-Hemos examina– do la naturaleza de la lrnmildad que se funda en el conocimiento de Dios y de nosotros mis– mos, en 1D, verdad, en la justicia y en el orden. ¿Qué somos? ¿Qué podemos en el orden natu– ral y sobrenatural? ¿Qué bueno hay en nos– otros de que nos podamos gloriar? Nada, ab– solutamente nada. Ademús, ¡cuántos motivos no hay de humillación y confusión al ver los pe– cados que hemos com2tido o podemos cometer; nuestras malas inclinaciones, nuestro., d2fectos, nuestra falta de virtudes, nuestra naturaleza, tan corrompida y tan defectuosa! ¿Qué fui? ¿Qué soy? ¿Qué seré? Son tres pensamientos que nos deben mantener siempre humildes y llenos de santo temor de Dios. Hemos visto cómo la humildad es el funda– mento de la santidad, la raíz de las virtudes, la base del edificio espiritual. Sin humildad no po– dremos dar pasos ade:ante en la santidad. Con la humildad se consigu:m abundantes gracias del cielo, se fecundiza el corazón. Dios desciende has– ta el alma humilde y la eleva hast'.1 Sí. La humil– dad es un medio poderosísimo para hacer fecundo, eficaz, nuestro apostolado; sin la humildad, el celo y el trabajo por las almas ser:i poco fruc– tuoso o totalmente estGril. .. La humildad es una v:rtud que nos ens2.üó Je– sucristo y quiso que apre::1diéramos de Él. Jesús fué humilde desde su EncaL1ación hasta su muer– te, y continúa si(ndolo en nuestros altares, dond,; morará para darnos ejemp:o viviente hasta la consumación de los siglos. La Virgen Maria, llena de la gracia, concebida sin pecado original, es nuestro segundo modelo. Como hijos del Seráfi– co Padre S. Francisco, y verdaderos frailes Me– nores. deb2mos practicar la humildad propia de

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