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186 «ALVl':nNIAll al ver Pl rP,;¡)landor dP aquel sublime trono. y pcmsaba en su interior para qui(·n sería. Oyó en– tonces una voz que le decía: <<Este trono era para uno de los ángeles caídos, y ahora está re– servado para el humilde Francisco.» cuando el fraile hubo vuelto otra vez en sf, preguntó a San Francisco qué opinión tenía de si mismo, a lo que respondió el santo: <,Yo creo qu2 soy el mayor de todos los pecadores.» Y como fraile opusiera que no era verdad, contestó Francisco: <<Si D:os hubiese usado de tanta misericorcl:a con un ma:– hechor cualquiera, sería éste diez veces más per– fecto que ym, (185). Francisco no negaba lo bue– no que Dios le había conredi.do . pero tamo:~,n re– conocía lo malo que hubiera sido sin la gracia del Señor. Humilde en la pobreza, humilde en el porte exterior, humilde en los sentimientos, hu– milde en el trato, h 1 -1milde e~1 juz<:;arse a sí mis– mo y a los demús bu,nilde con los sacerdotes, prelados y con los compañeros; hum,lde en la pre– sencia de Dios. de los ángeles y de los hombres; con los superiores, iguales e inferiores, con todos. San Francisco fundó su Orden de Menores so– bre la base de la. humildad. Sus primeros discí– pulos forman una verdadera escuela de humil– dad. Escriben los tres Compañeros que la humil– dad era como la característica de la primera ge– neración franciscana. Estaban tan bien fundados y arraigados en la humildad y caridad, que cada uno vEneraba al otro como a su padre y señor, y los que entre ellos descollaban por alguna pre– lacía o por otra clisti:1ción, parecían como los más viles y desprPciables 1186). No han faltado en la sucesión de los siglos santos insignes en la Orden que, siguiendo las huellas del Seráfico Pa– triarca., fueron h11 1 nildPs im:tadorPs de Cristo y de Francisco ... Podemos afir:ne:r que no hay santo ninguno elevado a la gloria del cielo y al culto de los al- 1 l85í Tomás de Cclano, LegencLa JI, cap. LXXXVI, n. 123, p. 263. Ed. E. Alenc. Romae, 1906. ( 186) Legenda Trium Sociorum. Ed. Faloci-Pulign 1 G– ni, n. 42, Foligno, 1898.