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DÍA IIT. -(<DrES CO;IIPUNCffONIS)) 185 cerrado en el tabernáculo, obedece a los sacerdo– tes, muchas veces indignos; se deja recibir y hasta profanar por los pecadores sacrilegos. ¿Quie– res mayor humillación? ¿Cómo te atreves a en– soberbccerte, tú, alma religiosa, viendo a tu Sal– vador tan humillado en su Encarnación y Naci - miento, en su vida oculta y pública, en su Pasión y en su Muerte, en su vida eucarística? Cuando te vengan los pensamientos de orgullo, las ten– taciones de vanidad, los deseos ele ambición, al– za tus ojos y mira al crucifijo; vete al Sagrario y póstrate delante de Jesús, y considera lo que ha l1echo por tu amor, cuánto se ha humillado por tu salvación y s::mt:ficación. El segundo modelo de humildad es la Virgen Santísima. A las palabras del Angel en la Anun– ciación se turba; luego que le comunica la ce– leste embajada y le revela el misterio de la En– carnación, se humilla, se somete y exclama: I-le aquí la esclava del Señor; hágase en mi según vuestra palabra (183). Ella misma en el Magni– fícat, dice: Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque me hizo grande el To– dopoderoso, porque miró la humildad de su sier– va (184). Toda su vida fué un espejo acabadisi– mo de candor y de humildad. La más santa de las mujeres, la más grande de las madres, la más pura de las vírgenes, es la más humilde de las ciaturas. El tercer modelo de humildad para el fraile menor es el Seráfico Padre S. Francisco, el hu– milde Francisco por antonomasia. En cierta oca– sión, cuentan sus biógrafos que fué revelado a Fr. Pacífico, en una visión, que Dios había de ensalzar realmente a Francisco en la misma me– dida que él procuraba humillarse y rebajarse. Vió aquel santo varón en ei cielo muchos tronos, y uno de ellos más elevado que los demás, adornado de piedras preciosas y radiante de gloria. Pasmó- ! 183) Ecce ancilla Domírl'i, fíat tnihi secundum ver– bnm t:uum. Luc., I. 38. (184) Liic., I, 48 y sigs. (\ALVEHNIA)> 13

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