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DÍA III.-«DIES COMPUNCTIONIS)) 173 apoya; porque las virtudes son razonables y no cabe en ellas ficción alguna. Los motivos, aun– que pueden ser muchísimos, los reduciremos a los siguientes, que en sí encierran a los demás: al Nada somos. Por nosotros mismos no somos absolutamente nada, ni tenemos dominio propio de nuestro ser. Antes de mil años éramos nada existente; sólo existíamos como entes posibles en lo. mente divina. Dios, por un acto de su bondad y omnipotencia, nos sacó de la nada, escogiéndonos entre millones de seres posibles, sin que mediara mérito, derecho, acción alguna por nuestra par– te; porque primero es el ser que el obrar. Lue– go el alma con sus facultades, el cuerpo con sus sentidos, todo nuestro ser, es de Dios; porque es nuestro Creador y nuestro Dueño. Todo cuan– to tenemos debemos atribuirlo a la causa o fuen– te de donde procede. Por esto dice el Apóstol: El que cree que es algo, como en realidad es nada, se engai'ía (136). El Salmista cantaba: se– ñor, Tú me formaste y pusiste sobre rní tus ma– nos ( 137); mi sustancia es como nada ante vues– tra presencia ( 138). Aun después de creados necesitamos continua– mente el apoyo de Dios para continuar en la existencia recibida; porque la conservación es continuada creación. En el momento que Dios ce– sara de producir el término extrínseco de su acto creativo, cesaríamos nosotros de existir y volve– ríamos a la categoría de entes meramente posi– bles Luego no sólo en el recibir lo que tenemos, sino en el conservarlo, necesitamos absolutamen– te de Dios, y en nada podemos gloriarnos de nos– otros mismos. b) No podemos nada. En el orden natural, después de recibir el ser con todas sus aptitudes, no podemos obrar sin el concurso de la causa pri- (136¡ Nam. si quis exístimat se alic¡uicl esse c-wn ni– hil sit. ipsc se scdue'lt. Gal., VI, 3. (137) Tn forma,9ti me, et posuistí super me manum tuam, Ps. CXXXVIII, 5. (138) Et substcmtia mea tamquam nihilum ante te, Ps. XXXVII. 6.

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