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DÍA III.-((DIES COJ\1PUNCTIONIS¡¡ 171 en la humildad, virtud básica del cristianismo. El divino Salvador fué modelo de santidad y espejo de toda virtud; a Él deben conformar su vida todos los que quieren ser del número de los pre– destinados. Tratando de la bumildad, Él mismo se propone como modelo y nos dice: Aprended de lVIí, que soy manso y humilde de corazón (129). Aprended de Mi, no a ser sabios, poderosos, guerreros, a hacer mar:w:ll[ts, obrar milagros; si– no a ser mansos y humildes. «Mientras estamos en la tierra, dice Santa Teresa, no hay cosa que más nos importe que la humildad» .(130). San Buenaventura dice «que la humildad es puerta de la sabiduría, fundamento de la justicia, habi– tación de la gracia» _(131). «En la humildad con– siste toda la perfección evangélica» (132). San Agustín respondió a Dióscoro, que buscaba la per– fección evangélica: «Si buscas cuál es la suma de la perfección, respondo: la humildad; si por se– gunda vez me preguntas. respondo: la humil– dad; si por tercera vez insistes, te digo: la hu– mildad; tantas veces me preguntares, te respon– deré: la humildad» (133J. La humildad es una virtud contraria a la na– turaleza inclinada a los honores Pero cuanto más ardua, tanto más importante. Lo que mucho va– le, mucho cuesta. Si queremos liegar a la cumbre de la perfección, es necesario empezar, continuar y concluir por la humildad de corazón. No es de extrañar que la Sagrada Escritura, los Santos Pa– dres y los maestros de la vida espiritual recomien– dan tanto la humildad. Todo cuanto se diga es poco, y todo cuanto se haga jamas llegará a lo que hizo Jesucristo, nuestro Maestro. Para esti– mar esa perla es necesario conocerla. Acer– quémonos con el estudio y consideración a esa (120¡ Díscitc a mf', qu.ia milis sum et humilis carde. Matth., XI, 29. (130) Moradas primeras, cap. II, n. 9. p. 540. Edición del P. Silverio. Burgos, 1922. (131) Quaest. Disp., de perf. evanv., q. 1, t. V, p. 120. (132) Quaest. disp. de perf. evang., q. 1, t. V, p. 120. (133) Epist. 118, cap. III. n. 22. JI!. P. L., 33. col. 442.
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