BCCCAP00000000000000000000622

DÍA III.-((DIES COMPUNCTIONIS)) 169 ------ a los soberbios caer en algún pecado manifiesto, a fin de que la vergüenza y displicencia cure la complacencia secreta en la que habían caído sin darse cuenta. Como dice el libro de los Prover– bios: La soberbia precede a la contrición; y an– tes de la ruina, el espíritu se ensalza .(121). Huyamos, pues, de la soberbia, que nos causa tantos males. ¿Cuál es el remedio para dar muer– te a ese vicio capital tan funesto? La humildad de corazón. De ella hablaremos luego. Humillad vuestras frentes a Dios. ¿De qué te ensoberbeces, poli,o y ceniza? ¿Qué tienes que no hayas recibi– do? ¿Por qué te glorías como si no lo hubieres ■ recibido? (122). Decid a Dios de todo corazón y con verdad: Nada soy, nada puedo, nada valgo, nada merezco. O, mejor, decid aún: Soy un pe– cador, un ingrato, un rebelde que merezco el in– fierno. Exclamad con el humilde publicano: se– ñor, tened misericordia de mí (123). Seguid el consejo de S. Francisco, que amonesta a sus frailes que se guarden de toda soberbia, envidia, · avaricia, cuidado y solicitud de este mundo (124). Nunca permitáis que la soberbia domine en vues– tros pensamientos, en vuestras palabras, en vues– tras obras, en vuestras manifestaciones. No mi– réis a Lucifer, que quiere escalar el cielo y ser semejante al Altísimo (125). Sed como Jesús, que se humilló tomando la forma de siervo y siendo obediente hastg, la muerte y muerte de Cruz (126l. Oíd su voz du:císima y amorosa, que os dice: Aprended de Mí a ser mansos y humildes de corazón, y encontraréis paz para vuestras al– mas (127). Paz en este mundo y la paz eterna en el otro. Así sea. (121) Gontritionem praeeedit superbiam, et ante rui– na,n exaltatus spiritus. Prov., XVI, 18. (122) I Cor., lV, 7. (123) Deus propitíns esto mihi veccatori. Luc., XVIII, 13. {124) Regla, cap. X. (125) Is., XIV, 13 y sigs. (126) Phil., II, 7 y sigs. (127) Diseite a me, quia mitis surn et hmnilis corde. Matt., 11, 29. «ALVERNIA)) 12

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz