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DÍA III.-«DIES COMPUNCTIONIS)) 167 cosas, dice la Escritura, aborrece el se11or, y la primera es tener los ojos soberbios ( 116). Al que se aborrece no se le puede colmar de gracias. Nin– guna cosa impide tanto recibir la gracia comll el tumor de la so 1 Jerbia. La soberbia abre los ojos para ver las prerrogativas, y los cierra para ver las indigencias y lo:, defectos, según aquello del Apocalipsis: Dices que eres rico y naclas en la abnnclancia, y no sabes que eres miserable, JJO - /Jre y ciego (117). De esto se sigue que ia soberbia impide el pro– greso de la perfección, no sólo porque priva al alma de muchas gracias, sino tamb 1 .én por los puntillos de honra que la ligan. «Créanme una cosa, dice Santn. Teresa, que si hay punto de hon- ra, o de hacienda... , que ::m:1que tengan muchos afias de oración... , que nunca medrarán mucho ni llegarán a gozar del verdad2ro fruto de la ora– ción» 018). «No hay tósigo en el mundo que así mate como estas cosas la perfección» (119). 2. La soberbia priva ele muchos méritos. El mérito supone la rectitud de intención, trabajar para la gloria de Dios, por motivos sobrenatura– les del agrado del Señor; pero el soberbio traba– ja para sí mismo, se constituye último fin de las obras, es ladrón de la gloria que se debe sólo a Dios. Los soberbios son como los fariseos, que practicaban obras buenas exteriores con ostenta– ción para ser vistos y alabados de los hombres. El Sefior les dijo: Recibieron su recompensa (120). Es verdaderamente lastimoso que despué3 de es– forz:irse tanto por adquirir un poco de gloria mundana pierdan tantos grados de glorla. divina y eterna. 3. Los soberbios son aborrecibles a los hom- 1 llG¡ Sc.-r sunt q¿Lae oclit Deus... oculos sublimes ... VI. lG. Quia dicis : quod et nescis q·nia tu es miser, caecus et nullius nudus. Apoc., III. 17. (118) Camin. ele per/., cap. XII, p. 402. Ed. P. Silverio, Burgos, 1922. r110¡ rota. (120) Reccperunt mercedem suam. Matth., VI. 16.

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