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164 «ALVERNIA)) -------- Cuando un religioso sobresale en la virtud, en la cátedra, en el púlpito, en el confesonario, en las obras de celo, en las empresas sociales, en el gobierno; cuando es querido, estimado, hon– rado aun de los mismos seglares y de otras Or– denes religiosas, debemos alegrarnos, regocijarnos, porque es honrada la religión, el hábito, la Pro– vincia... Aún más: debemos apoyar, ayudar, de - fender... y poner todos los medios que estén a nuestro alcance para que nuestros hermanos prosperen, den gloria a Dios, lustre a la Iglesia y honra a la Orden. Somos hermanos de una mis– ma familia espiritual, y los buenos hermanos de– ben considerar como bienes propios los que per– tenecen a la familia. Si los miembros de una fa– milia se glorian de tener un padre, un hermano, un pariente en puestos elevados, ¿por qué nos– otros no nos hemos de alegrar al ver a nuestros hermanos ocupando puestos honrosos para la Or– den? Según la doctrina ele S. Pablo, todos so– mos miembros de· un mismo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo. Los miembros de un mismo cuerpo se quieren bien, se aman, se ayudan; lo que contribuye al bien de uno, contribuye, por lo mEnos indirectamente, al bien de todos. Jamás pongamos límites a la bondad divina, que difun– de generosamente sus dones y sus gracias sobre nuestros hermanos. San Francisco, en una de sus admoniciones, escribe: «El Apóstol afirma: Na– die puede decir Seiior Jesús sino movido por el Espíritu Santo i 109). Y no hay uno que haga bien; no hay ni siquiera uno (110). CuoJquiera, pues, que envidie a su hermano a causa del bien que Dios dice y obra por él, comete un pecado de blasfemia, porque envidia al Altísimo, que es inspirador y auter de todo biem> (111). f) La vaniclacl. La vanidad es un apetito des– ordenado de alab:mza y estima. :'.'race, natural– mente, de la soberbia; porque quien se complu.ce , 109) I Cor,, XII, 3. (110) Ps. LII, 4. (l 11\ 01}1.!SG, Ec!, Gn.,T!EN DE PARrn, [l(\ VIII, p, 73, Pa– rís, 1935,