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DÍA III.-«DIES COMPUNCTIONIS)) 161 titudes y quiere dominar a los demás, sometién– dolos a su imperio. El soberbio, dice S. Bernar– dino de Sena, ambiciona las dignidades y las ma– gistratuni s, busca dominar a todos, se ensalza con las traiciones, se eleva con las sediciones; para ello trabaja con las maquinaciones, y en las pompas y en los faustos nunca tiene fin 005). Esa ambición del soberbio se encuentra en to– dos los órdenes de la vida: en el político, en el intelectual, en el social. en el espiritual, en todas las profesiones que el hombre ejerce. Se encuen– tra también, desgraciadamente. en la vida reli– giosa y eclesiástica. ¡ Cuántas precauciones ha sido preciso tomar para estorbar en las eleccio– nes, aun entre eclesiásticos y religiosos, la am– bición, las cábalas, los amaños las secretas de– mandas de votos, las promesas y tos más crimi– nales procedimientos, los pactos simoniacos y tan– tos otros desórdenes harto corrientes en esta ma– teria, sin que nadie pueda gloriarse de haber he– cho otra cosa que tapar y cubrir esos pecados, lejos de haberlos enteramente desarraigado! Este vicio es más frecuente de lo que se piensa en las Ordenes e Institutos religiosos. Se dan religio– sos que trabajan lo que pueden para obtener car– gos elevados en su Orden o en su Comunidad; se procuran directa o indirectamente los votos por sí mismos o por otros, por medio de amistades, de regalillos, de lisonjas, de benevolencia, de pro•• mesas y de otros mil medios que el ambicioso in– dustriosamente busca para lograr su intento. En ocasiones, para. hundir a sus adversarios o riva-• les se sirve de enredos, murmuraciones, despre– cios, injurias, revelación de secretos y hasta de verdaderas calumnias. El ambicioso no repara en la. licitud de los medios; salta por encima de la conciencis:t que se forma, culpablemente errónea. Quebranta las leyes de la caridad y los preceptos de la Iglesia y de la Orden ( 106). Estos tales, en oc2siones, logra:.1 sus intentos, suben a los car- (105) Serm. teriae 5 vost. eineres, a. 1, c. 1, t. II, p, 34. (106) can ... 507, ¡,úrr. 2.

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