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DÍA III.-((DIES COMPUNCTIONIS)) 159 autoridad o la de sus representantes, y no quie– ren someterse, resistiendo consciente y volunta– riamente. No siempre la soberbia es pecado mor– tal, sino cuando nos impulsa a cometer actos gravemente pecaminosos. Se da con frecuencia una soberbia atenuada o venial que, reconocien– do a Dios como único princip:o y fin de todas las cosas, no le da todo lo que es suyo; le roba algo de su gloria, si bien no le excluye explíci– ta y completamente. II. VICIOS QUE NACEN DE LA SOBERBIA La soberbia es el principio de todo pecado (103), porque éste consiste formalmente en la aversión a Dios; y ésta conviene per se a la soberbia y a los demás pecados e.r conseqnenti. La soberbia es un pecado capital que influye en todos los de– más; es como la reina y señorn de todos los vi– cios. Sin embargo, hay algunos vicios que tienen más íntima conexión con la soberbia y nacen in– mediatamente de ella, los cuales importa mu– cho conocer y dominar, porque, de lo contrario, es imposible adelantar en la perfección. Indica– remos algunos de estos vicios principales que co– mo cortejo acompaflan a los soberbios. a) La presunción. Esta es un vicio que consis– te en creer que se pueden hacer cosas grandes que superen nuestras fuerzas o capacidad. Esta nace de falta de conocimiento propio; de tener un concepto de nosotros, de nuestras facultades, de nuestra virtud, exagerado y poco conforme con la realidad. Se cree el hombre presuntuoso con un entendimiento brillante capaz de resolver los más difíciles problemas y de emprender estudios desproporcionados a sus aptitudes; se tiene por un tak:1to discreto y de buen juicio práctico, y corta por lo sano aun en las cuestiones más de– batidas, en las cuales hombres más eminentes no se atrevían a juzgar; se cree que conoce los (103) Jnitium omnís peccatí est suverbia, Ecc!i., X, 15,
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