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154 «ALVETINIA» tremenda rebelión contra la autoridad y el po– der de Dios; es un desprecio de sus leyes y de su Majestad; es una negra ingratitud a sus bene– ficios de Creador y Redentor. El pecado grave, como dice S. Pablo, en cuanto es de parte del pecador, renueva los tormentos y la Pasión de Jesucristo. Por los pecados fueron castigados los ángeles rebeldes y precipitados del cielo al infierno por toda una eternidad; por el pecado de origen, nues– tros primeros padres, Adán y l!:va, perctieron '.a gracia y los dones sobrenaturales, fueron arroja– dos del Paraíso y transmitieron a toda su posteri– dad la culpa original y todo el séquito de males. Los daños que causa el pecado en el alma son tremendos. Por la culpa grave se pierde la amis– tad de Dios, se pierde la gracia santificante, los méritos adquiridos; no se puede merecer de nue– vo, se sienten los estímulos de la conciencia, se ausenta la paz del corazón; el hombre se hace esclavo del demonio y juguete de sus pasiones, y, finalmente, lleva sobre su frente escrito el de– creto de su eterna condenación. ¿Qué es lo que debemos hacer ante tantos ma– les como causa el pecado? Detestarlo, abominarlo con toda el alma. Aborrecerlo como el mayor ma, de los males. Pedir perdón a Dios de lo pasado y proponer firmemente para lo futuro. Como nos aconseja el Espíritu Santo: Huye del pecado co– mo de la serpiente (95). Huir de ese enemigo que nos causa la muerte del alma. Antes morir que pecar; mejor es morir que mancharse con la culpa. Hermanos míos ... , no queráis vecar (96). Her– manos, evitad todo pecado que ofende a vuestro Padre celestial que está en los cielos, que os creó, con tanto amor y os conserva con tanta solicitud; evitad el pecado mortal que ofende a vuestro amorosísimo Redentor, que murió por vosotros en una Cruz y derramó su sangre por vuestra salva- (D5J Quasi a (96) E1'iailate fuge peCf'Clt,1. Eccli., XXI. 2. nolite peccare. I Cor., XV, 34.
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