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DÍA IIL-<<DIES COTh!PUNCTIONIS)) 153 ------ ----------- razón de la unión con el término infinito ad quem,; pero en si mismo formalmente rs fini– to; del mismo modo el pecado mortal que se– para del término a qua infinito adquiere cierta denominación extrínseca. San Bernardino dice que la ofensa contra Dios, en todas sus per– fecciones infinito, es de algún modo infinita, quo– dammoclo infinita ( 91 l. Pero puede llamarse inltnita la malicia del pe– cado, no intensivamente, sino extensivamente, por razón de la duración del castigo, que no ten– drá fin. Dice S. Buenaventura: «Tan grande es la ofensa cuanto la persona que se ofende; por– que es claro que mayor culpa comete el que in– juria al rey que el que injuria a otro hombre cualquiera. Como Dios, Persona ofendida, es in– finito y eterno, lue:1;0 el castigo correspondiente a esa tal ofensa debe ser también eterno (92). Y lo que es eterno es infinito en razón de duración. Esta es la doctrina teo~ógica acerca de la infi– nidad de la malicia del pecado, la cual en nada quita su gravedad y su detestabilidad; porque el hombre vil, con el pecado grave, en cuanto es de su parte, destruye a Dios. No hay cosa que más se oponga a Dios que el pecado. Dios es la san– tidad por esencia, y el pecado es la malicia por naturaleza; Dios es el autor de orden, y el pecado es el origen de todo desorden; Dios es la belleza por esencia, y el pecado es la misma deformidad; Dios es infinitamente perfecto, y el pecado es una privación, un defecto. Con razón s. Pablo lo llamó misterio de ini– quidad (93), y S. Anselmo «horror espantoso y milagro horrib:e» <94L Es el mayor mal que pue– de sobrevenir a una criatura. CoNcLusróN.-Resumamos en pocas palabras lo anteriormente dicho. El pecado mortal es una (91¡ serm. feriele, 3 vost. I Dom, Quadrag., c. I, t. II, p. 74. /92¡ Serm., I Domin. 7, post . t. IX, n. 283. 1931 Nam. mysteriwn iam iniq-uitatis. II T/ies., II, 7. /04) Medit. 3, JI.I. P. L., CLVIII, 726 y sigs «ALVERNIA}} 11