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152 ((ALVERNIAl) tendríamos que oponer el Sumo Mal y caeríamos en el error de los Maniqueos. que ponían un principio malo, origen de todos los males» (88). El querer sigue al conocer, y el objeto conocido está en el cognoscente según su capacidad; lue– go la bondad y dignidad de Dios, en si mismas infinitas, el hombre las conoce de una manera finita; y así como no puede amarlas ni venerar– las infinitamente, tampoco odiarlas infinitamente. El objeto externo de las potencias no obra en el sujeto como forma informante, sino como es– pecie informativa. b) Es cierto que no todos los pecados graves son iguales: unos son más graves que otros. Si la malicia del pecado grave más inferior fuera infinita, no podría aumentarse, porque lo infinito no admite grados; lo infinito no puede ser mayor y menor. Luego los diversos grados de malicia indican límites, y lo limitado no es infinito. e) La satisfacción de Jesucristo fué sobreabun– dante. La elevación superó a la caída; la gracia, al pecado. Si la malicia fuera infinita esencial y formalmente, la satisfacción de Jesucristo no po– dría llamarse ni ser sobreabundante; porque lo infinito de ninguna manera puede superarse. II. Puede llamarse de algún modo infinita. Di– ce Santo Tomás que el pecado cometido contra Dios tiene cierta infinidad; porque tanto es más grave la ofensa cuanto es mayor la persona con– tra la cual se comete _(89); siendo Dios infinito, resulta que la malicia del pecado, de alguna ma– nera, se puede llamar tcrminativamente, objeti– vamente, infinita. Aunque el pecado en si formalmente no es de malicia infinita, sin embargo, por razón del término, del cual separa, adquiere cierta deno– minación externa de infinidad; como el acto beatífico del Arcángel San Miguel se dice in– finito con cierta denominación extrínseca, por (88) Lib. III Sent., dlst. XIX, quaest. unic., n. 13, t. XIV, p. 726. Ed. Vives. P[1risiis, 1894. (89) S. Thom, Ibid.

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