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142 «ALVERNIA» rada de Dios; la Santísima Trinidad tiene sus complacencias de habitar en ella; está adornada de la gracia santificante, virtudes y dones sobre– naturales; posee la libertad de los hijos de Dios; goza de la paz y felicidad en esta vida y tiene también der0cho a la futur:J.. Si el alma comete voluntariamente un pecado mortal, inmediata– mente se siguen los siguientes efectos: l.'' Arroja a Dios de sí. El alma en gracia po– see a Dios, goza de su íntima amistad; pero el pEcado grave rompe ese lazo de unión con nues– tro principio y nuestro fm, con nuestro Amigo y nuestro Padre. Dice, por lo menos prácticamen– te: No quiero ía amistad de mi Dueño, de mi Señor, de mi Amigo, de mi Padre. Ese tal, ¿cómo podrá levantar los ojos al cielo y decir con ver– dad: Paclrr:; nuestro que estás en los cielos? (601. La Escritura dice que los pecadores son odiosos a Dios (61), que es lo mismo que ser enemigos de Dios. ¡ Quó cosa más terrible debe ser tener a Dios por enemigo! ¡Qué pavoroso es caer en las manos ele un Dios vivientz (62), que puede aniquilarnos en un momento! Si en el mundo se teme la e:ci.emistad de un poderoso que puede con– fiscar los bienes, meter en la cárcel o quizá qui– tar la vida, ¿cuánto más se debe temer la ene– mistad de Dios, que puede quitarnos la vida y mandarnos al infierno para siempre? 2.º Con el ]]Ccado grave se 1)ierde la gracia. Arrojando a Dios de nosotros, perdemos la gra– cia santificante, que es principio de la vida so– brenatural. Nos causamos como un suicidio espi– ritual (63!; porque el alma sin la gracia es como un cuerpo sin alma. Tenemos en el Evangelio una imagen de la muerte espiritual del alma en la muerte corporal de Lázaro. A la muerte de Lá– zaro lloraban inconsolables sus hermanas Marta (60¡ Pater noster, qui e:• in coclis. Matth., VI, 9. (61_\ Altissimus odio habet peccatores. Ecoli., XII, 3; Rom., I, 28 y sg.s. (62) Horrend-mn est incidere in manus Dei viventis. Hebr., X, 31. (63) Anima, quae peccavcrit, ipsn morietur. Ezec, XVIII, 20.