BCCCAP00000000000000000000622

DÍA III.-«DIES COMPUNCTIONIS» 141 El atentado de Caín contra su inocente her– mano nos causa dolor; el crimen de Absalón con– tra su padre nos contrista; la traición de Judas contra su divino Maestro nos indigna; el deici– dio cometido por los judíos nos aterra. ¿Y no nos causarán mayor dolor nuestros pecados, las in– fracciones graves de fa ley, renovando, en cuanto es de nuestra parte, la horrible tragedia del Cal– vario? Rursum crucifigentes sibimetipsis Filium Dei El misterio, pues, de la redención nos demues– tra la malicia del pecado, lo mucho que ofende al Señor cuando exigió una reparación tan dolorosa. Por otra parte, nos obliga a la ~orrespondencia, al ver lo mucho que Cristo nos amó entregándose a un mar de tormentos por nuestra salud eterna. ¿Qué ingratitud no seria olvidarse de esos bene– ficios? ¿Qué crueldad volver voluntariamente a renovar la dolorosísima Pasión de nuestro amabi– lísimo Redentor? Cuando el pecado te solicite y te halague, vuelve tus ojos a Cristo crucificado, contémplale pendiente de la cruz, y esa simple mirada te servirá de medio para vencer la ten– tación... VI. DE LOS EFECTOS DEL PECADO GRAVE EN EL ALMA Podemos también conocer la malicia del pe– cado mortal por los efectos terribles que causa en las almas que lo cometen. No faltan insensa– tos que dicen: Yo he pecaclo, ¿y qué mal me ha sobreveniclo? .(59). ¡Oh cuán ciegos sois! No sa– béis les perjuicios que a vosotros mismos os cau– sáis por el pecado mortal; ignoráis las funestas consecuencias que se derivan. Para darse cuenta de los perniciosos efectos que causa el pecado, re– cordad que el alma en estado de gracia es mo- (59) Ne clixeris: Peccavi, et quid mihi acciclit triste? Eccli., V, 4.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz