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140 <CALVERNIA» ¿Quieres, pues, conocer la malicia del pecado? Medita la vida de Jesucriso y, sobre todo, su Pa– sión y muerte. Vete con la consideración al mon– te Olivete; y en el silencio de la noche, bajo los resplandores de las rutilantes estrellas, postrado en tierra en medio de la espesura del bosque, verás a tu dulcísimo Redentor angustiado, atri– bulado, sudando sangre, rogando a su Eterno Pa– dre que pase aquel amargo cáliz. ¿Por qué pade– ce, suda sangre y ruega a su Padre? Por los pe– cados de los hombres... Acompaña después a tu Salvador por las calles de Jerusalén, ante los tri– bunales, coronado de espinas, flagelado, vestido de escarnio, pospuesto a Barrabás, cargado con la cruz, subiendo la cima del Calvario, muriendo cru– cificado entre dos malhechores, y pregúntale: Je– sús, ¿por quién padeces, por quién mueres, por quién derramas sangre? ... Por ti, por tus pecados, por tu salvación ... Ha sido herido por nuestros pecados (57). Mira lo que cuestan tus culpas, re– flexiona la malicia de tus pecados... Considera, además, que tú con tus pecados mortales repe– tidos y habituales vuelves a crucificar a Jesucris– to en tu corazón, en cuanto es de tu parte, como lo dice S. Pablo: De nuevo crucifican al Hijo de Dios en sí mismos _(58). Tú, con tus pecados, con– tribuyes a la Pasión y la renuevas cuantas ve– ces pecas. Tú entregas a tu divino Maestro con un beso fingido; tú le aprisionas y le condenas a muerte; tú gritas con la turba: ¡CrucificaZe! ¡Crucifícale! Tú te mezclas con los soldados que le azotan y escarnecen; tú le coronas de espinas y le cargas con la pesada cruz; tú le clavas con gruesos clavos en ella; tú le aplicas la hiel y vinagre; tú le atraviesas con una lanza el sa– cratísimo costado. Todo eso haces cuando pecas... Tu avaricia traspasa los clavos de su caridad; tu lujuria, las espinas de su pureza; tu ira, su man– sedumbre; tu soberbia, su humildad. (57) Ipse amtem vulneratus est propter scelera nostra. Is. LIII, 5. (58) Rursum crucifigentes sibimetipsis Filium Dei. Hebr., VI, 6.

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