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DÍA III.-(<DIES COMPUNCTIONIS)) 135 ------------------- cho. a un interés, a una satisfacción, a un placer, a una miserable criatura... ¿No es esto un des– precio de Dios? ¿No es esto burlarse de sus pre– mios y castigos? Razón tenía el Profeta Jeremías cuando ex– clamaba: Asombraos cielos, y vosotras sus puer– tas desolaos sobre manera; porque dos cosas ha hecho mi pueblo: me ha abandonado a mí, que soy fuente de ar¡uas vivas, ¡¡ se hicieron cister– nas rotas que no 1meden contener el agua (42). Dejaron lo infinito por lo finito, lo hermoso por lo vil, lo eterno por lo temporal, a Dios por la criatura... ¿No es eso un desprecio de la Majes– tad de Dios, de su Bondad y de todas sus per– fecciones? De esto se sigue que el p2cado se puede llamar también una impiedad para con nuestro Padre celestial, como lo dice la Escritura: Crié hijos y los ensalcé, y ellos me despreciaron _(43). Es una injusticia, porque viola los derechos de D:os que tiene sobre todas las criaturas y la gloria eterna que se le debe. El pecado es una idolatría; por– que rinde culto y servicio antes a las criaturas que al Creador; erige tantos ídolos en su corazón cuantas son las pasiones que adora. Tantos dio– ses cuantos son los pecados que se cometen. Cada cual tiene por Dios lo que ambiciona y adora ... Es una especie de aclulterio; porque el pecador faJt::i. a la fidelidad que Dios, Esposo de nuestras almas, exige observemos inviolablemente ... Así se comprende fácilmente que el pecado no es otra cosa que un apartarse de Dios y con– vertirse a las criaturas; un desprecio de nuestro principio y de nuestro verdadero y último fin. Un desprecio de Dios Padre, que nos creó; de Dios Hijo, que nos redimió; de Dios Espíritu Santo, que nos santificó. /421 Jer., II, 12. ( 43) Filias enutrivi, et exaltavi; ipsi cmtein sprevc-– runt me. Is., I. 2.

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