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DÍA III.-«DIES COMPUNCTIONIS)l 133 ------ --------" ante su presencia todos los poderes de la tierra son como si no fueran, que Él destruye los tro– nos y los imperios, manda los rayos y las tem– pestades, los terremotos y los volcanes, las pes– tes, las hambres y las guerras, las muertes re– pentinas y los reveses de fortuna ... , Y, esto no obstante, con audacia inaudita se atreve a rebe– larse contra El, no le imi1orta .1:.La sa poc1tr, sus castigos, sus venganzrrs. ¿Cómo te atreves, polvo y ceniza, a levantarte en contra de esa Majestad soberana? ¿No sabes que en un momento te puede aniquilar o castigar eternamente? Los cielos y la tierra, los animales sin razón y los seres todos inanimados del universo obede– cen a sus leyes, ejecutan sus órdenes. Tú sólo, hombre racional, te rebelas contra tu Dios, abu– sas de la libertad que te dió, turbas el orden y concierto del universo. Tú sólo eres el monstruo de la naturaleza. Sabes que Dios está presente en todo lugar, que en Él vives, te mueves y exis– tes (35), que te mira, que conoce tus acciones más secretas y tus pensamientos más recónditos; y, sin embargo, le desprecias, le resistes cara a cara, te pones enfrente con tu Dios. ¡Qué loca temeridad! Aún más: lejos de temer su Majestad, pones su poder y sus auxilios a servicio de tus ofensas (36). Es una rebelión desr:i.rada , audaz y abominable... III. EL PECADO ES UN DESPRECIO DE DIOS La rebelión lleva consigo el desprecio. Dice S. Buenaventura: «El pecado mortal es una ac– tual separación del primer principio; separarse del primer principio no puede hacerse sin des– precio del mismo en sí o en su precepto» (37). San 135) In i¡Jso enim vivimus, et 11101,emur, et sumus. Act., XVII, 28. (36) Verumtamen ser-vire me fecisti in peccatis tuis, praebuisti mihi laborem in inic¡uitatibus tuis. Is .. XVIII, 24. (37í Brevil., p. III, c. 9, t. V. p. 238.

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