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DÍA III.-((DIES Cül\1PUNCTIONIS)) 127 abominé; amé vuestra ley, Sefíor {4). Esto requie– re de ti el Señor, ¡oh Israel!, que temas al Señor tu Dios y andes por sus caminos, y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma (5). La santa Iglesia ruega todos íos días por sus ministros: «¡Oh Dios Omnipotente!, sálvanos hoy con vues– tra virtud, para que no caigamos en ningún pe - cado, y nuestras palabras, pensamientos y obras se dirijan siempre a cumplir vuestra justi– cia» (6). Y en esto consiste la perfecta justicia, en lrncer el bien y apartarse del mal. El hombre, por el bautismo, adquiere la justicia original y se adorna con los atavíos de la gracia, posee los derechos a la vida eterna, y, si muere en ese estado, conseguirá indudablemente su fin. por los méritos de Jesucristo. Pero, ¿cuánto du– r::iró. ese feliz estado de la inocencia'? Apenas lle– ga el hombre al uso de la razón, comete pecados personales graves, libre y conscientemente; pier– de la gracia santificante recibida en el bautismo, rompe los vínculos que le ligaban con Dios, se hace su enemigo por la culpa, se expone al peli– gro de perder su fin y condenarse eternamente. Lo único, pues, que nos aparta del fin supremo es el p2cado grave; éste es el mayor mal de to– dos los males. ¿Quién podrá llorar bastante las ruinas del templo de Jerusalén, donde habita el Señor de la majestad? El cristiano en gracia es el templo del Dios vivo, habitación del Espíritu Santo. El pecador, cuando comete la culpa grave, destruye ese templo, arroja de sí al Espíritu San– to para dar culto a sus gustos y pasiones. ¿Quién dará agua a mi cabeza, y a mis ojos una fuente de lágrimas, y lloraré día y noche a los muertos ele la hija de mi pueblo:· 17). ¿Quién me dará pa- ;4¡ hdff.uitateni oclio hnbui, et abo'ninat1rn suni; lc– uem m1lem t11a1n dilexi. Ps. CXVIII. , 5¡ Et n1Lnc Israel, quid Dominus Deus t1lus petit e, te. nisi nt tinH'fls Do111i:,i1im De1lm tnwn, et ambu/cg in ríi9 ri11s. et diLi¡¡cis C1l'!n, ac scrl'ias Domino Deo tuo in tato carde tuo. et in tata anima t1w. D!!1lt., X. 12. 1('• Oración del Oficina divino a Prima. 17 1 0!1is dabit capiti meo aq11cim, et oculi8 meís fon– tem. /Clcrymctr1I111? et plorabn dia ac nocte interfectr"J fi.',iae vopuli mci?. Jcr., IX, l.

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