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DIA III «DIES COMPUNCTIONIS» Después de las consideraciones sobre el fin del hombre y del religioso, meditemos sobre los pe– cados, que son la causa que nos pueden hacer pnder o retardar la consecución de nuestro fin. Nos detenemos largamente en las consideracio– nes :cobn~ el pecado mortal, porque es necesario detestarlo profundamente y huirlo como el ma - yor mal de los males. Las consecuencias del pe– cado mortal son terribles. Como fuente y raíz de los pecados, ponemos la soberbia, que es causa de muchos vicios. Con– tra el vicio capital de la soberbia oponemos la virtud fundamental de la humildad, base indis– pensable para el edificio de la santidad. Los pecados veniales no quitan la gracia santi– ficante ni el derecho al Paraíso, pero causan grandes males en el alma e impiden el progreso en la vida espiritual. Por lo mismo que son me– nos temibles que los pecados mortales, suelen ser más frecuentes. La meditación de nuestros de– fectos, iniquidades y miserias nos ayudará tam– bién para ejercitarnos en actos de compunción, de penfümcia y de humildad. Digamos también n02otros con el rey Ezequías: Recogitabo tibi orn– nes annos meos in amaritudine animae meae (Is., XXXVIII, 15).

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