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DÍA I!.-(<DIES COGNITIONIS>) 117 .1J glorifiquen a vuestro Pac!re qz¡e está en los cie– los í 182). Y S. Gregorlo, comentando este pasaje, dice: «De tal modo sea la obra en público, que la intención permanezca en oculto. para que con las buenas obras demos buen ejemplo, y con la intención de agradar a D.íos siempre optemos el secreto (183). A los aue van busc::mdo aplausos, honores y ala– banzas de los hombres, sirviéndose de las obras buenas y aun de las cosas más santas, les dirá el Seño'r cuando entren en la vida eterna, si es que allá liegan: Habéis recibido vuestra recompen– sa. (184). Habéis recibido una recompensa vana, efímera en la tierra; no tenéis derecho a que Yo os recompense en el cielo. Habéis obrado por los hombres, ellos os pagarán. Si hubi~:rais obrado por mi gloira. Yo os reco:npensaría ahora con lar– guez2. y eternamente ... No seamos necios merca.– dere.s, que vendamos el precio de nuestras buenas obras por unas cosas tan viles y transitorias. Di– rija,nos el blanco de todas nuestras intenciones a D!.os, exclamando r:on el Salmi.c.:ta: ¿Qué 1n1edo yo apetecer en el cielo, ni qué he de desear sobre la tierra fuera de Ti? ... ¡Oh Dios de mi corazón, Dios que eres mi herencia por tocla la eterni– dad! ( 185). Es necesario no atribuirse a sí mismo el éxitc de las buenas obras; la gloria se debe dar a Dios, que es el autor principal. Como dice S. Pablo: Ni el que planta. ni el que riepa es algo; sino sólo Dios que da el incremento l 18Gl. Recordemos a este propósito el ejemplo de S. Francisco de Asís, que después de haber predicado un sermón ( l02í Sic luccaí l.ux rcstra rorcw1 hominibus: ut ri– cleant opera ve, tra. bona, et alorificent patrcm -z:estrum, qui in coelis est. Matth., IV, 16. (183) Homi/. 11 in Evanoe:. Matth., M. P. L., t. LXXVI, col. 1.115. (184) r.ccc¡Jcr..mt 111ercedem. suam. Malth., VI, 2. (185) Quid eni.m mihi es/. in cacle? et a te quid volui siiper terrain... Deus cordis mei, et pars mea Deus in aeternmn. Ps. LXXII, 25, 2G. (186) !taque neque qui plcmtat est ctliquid., neque qui rigat; sed, qui incrementum dat, Deus. I Cor., III, 7.
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