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116 «ALVERN!A)) mos, hacemos, realizamos, que tenga por blanco complacer a Dios, cumplir su santa voluntad, dar– le la mayor gloria que sea posible; porque en Sí mismo es digno de recibir toda gloria, todo ho– nor, tocla virtucl ... (181). ¡Oh!, si obráramos de esta manera, ¡cuántos méritos adquiriríamos pa– r<>. 01 cielo! ¡Cuánto adelantaríamos en la perfec– ción!. .. IV. DEFECTOS Qt:-E SE DEBEN EVITAR 7. Aunque en teoría la pureza de intención parece fácil, en la práctica no es asi. Con frecuen– cia, en nuestro obrar entran elementos extraños que manchan u oscurecen la limpidez de la obra. Indiquemos algunos. a) El amor propio. E! amor propio es muy su– til, se introduce fácilmente en nuestras intencio– nes. Se busca la parte deleitable, lo que agrada al amor sensible; se busca asimismo en las divi– nas consolaciones. P.ara tener la intención del to– do pura es preciso mirar en todas las cosas crea– das a Dios y sólo a Dios... b) La vanagloria. El alma que tiende a la per– fección debe cautelarse contra un enemlgo bas– tante común, que es la vanagloria. Ya sea al prin– cipio, ya el medio. ya al fin, ya después de la obra buena, debe con. 0 ervar pura la intención, sin dejarse dominar de este vicio muy insinuante. En la predicación, en el confesonario, en la cátedra, en las disputas, en los escritos, en el culto, en todas las obras de piedad, no se debe buscar el aplauso de los hombres, sino la gloría de Dios y el bien de las almas. Buscar el agrado de las gen– tes para hacerles bien, atraerlas a Dios, darles buen. ejemplo, no sería vanagloria. Ya lo dijo Je– sucristo: De tal manera brille vuestra luz delante de los hombres, que rean I'Uestras bnenas obras ¡ 181) Dign11s et hoi:orem, et Doniin,c De1lS n.osler acc-ipcrc glorium, A¡JOC., IV, 11.

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