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110 «ALVERNlA)) bemos dirigirlo todo al servicio de Dios, a la glo– ria de Dios. Ad majorem Dei gloriam. Todas las cosas, pequeflas o grandes, interiores o exterio– res, naturales o sobrenaturales, agradables o des– agradables, prósperas o adversas, debemos dirigir a Dios, en el modo y en la forma que le sean aceptas y cedan, en último término, en su ho– nor y gloria. San Pablo escribía a los Corintios: Ora comáis, ora bebáis, ora hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo a Qloria de Dios (174). Este debe ser el móvil de todas nuestras acciones. Se hacen las cosas par3, gloria de Dios, cuando se obra bien y como D'.os quiere. El elogio más completo y m:ís breve que hizo S. Marcos de Je– sús fué el sigu:ente: Bene omnia fecit (175). Hlzo bien todas las cosas. Y ¿cómo haremos nos– otros bien todas las cosas? Muchas son las con– diciones que se requieren para hacerlo todo bien, con la bondad relativa de que es capaz el hom– bre: pero quiero tratar de una que es principalí– sima, si!1 la cual las otras poco valen: ésta es la rectitud de intención en el obrar. 2. La buena intención en las obras es como el sol que las ilumina, como el alma que las da vida sobrrn::i.t:m:iJ y las valoriza delante de Dios. Por ser de gnmde importancia para nuestra santifica– ción. trataremos la cuestión en los siguiente~ puntos: I. Clases ele o?Jras con relación a la Qra– cia y al mérito. II. Fuentes ele rnoraliclacl. III. Grados de perfección en la recta inten– ción. IV. Defectos que se deben evitar. V. Meclios JJrincipales que se deben usar para bien olirar. .. 1174) I Cor., X, ::n t 175 J 1}1 are., VII. 37.

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