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104 {(ALVERNIA)) del otro ... Pero si pirrde el alma, no tiene otra para salvarla; si muere mal, no tien.2 facultad para morir segunda vez; si pierde la partida, no puede repetirla; si fracasa el negocio, no puede elegir otra emvresa. Ya no podemos esperar otro Cristo que muera por nosotros, ni otra sangre que nos redima, ni otros sacramentos que nos perdo - nen, ni sacerdotes que nos absuelvan, ni religión que nos reciba en su seno, ni medios de santifica– ción... Nada, nada nos podrá consolar ni reme– diar nuestro yerro. Luego el negocio es único, por– que el alma y la muerte son únicas. No hay, pues, un negocio más importante. más urgente que sal– var el alma. ¿Cómo podremos escapar si clescni– damos un negocio ele tanta trascendencia? (163). ¡ Oh, no!, no seamos del número de los necios; estemos siempre preparados... e) Es negocio personalísinw. Muchos negocios en esta vida se encomiendan a un tercero, y no es necesaria la actuación inmediata de la misma persona. Un pleito se encomienda a un abogado: una finca. a un administrador; un enfermo, a un médico; pero este negocio de la salvación no po– demos encomendarle a otros, no existen delegados para esta empresa. Cada uno debe trabajar por sí y para sí; cada uno es responsable de los pro– pios actos, y Dios nos pedirá cuenta de nuestra propia administración. Dame cuenta de tu admi– nistración (164). Las ganancias o las pérdidas son para nosotros mismos. El padre puede agen– ciar para sus hijos; el siervo, para su señor; el comerciante, para la sociedad ... ; pero nuestras ganancias o pérdidas en ordrn a la salvación son intransferibles: no se admitrn cambios, re– presentaciones; cada uno, dará cuenta de sus obras... Ni vosotros podéis salvaros por mí, ni yo por vosotros; lo único posible es ayudarnos con nuestras oracion1:s. Oracl unos JJOr otros para que os salvéis (165). ( 16:J) Quomodo cffigíem11s, si tuntam neglcxerim11s sa– iutem? Hebr., II, 3. (164) Redde rationem 1•illicatim1i~ t,we. Lvc., XVI, 2. (165) Orate pro int'icem, ul salvemilli. Jacob., V, 16.