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______D_I_A_II.--«DIES COGNITIONIS» 103 ¿Quien no se animará a hacer algo en favor de 0 ;u salvación? ¿Quién no se abrazará con algún sacrificio para obtener tanta gloria como nos es– pera? ¡Ah! No tienen comparación ninguna las penas de este mundo con la futura gloria que en el otro nos espera (161). Y como dijo el Seráfico Padre. ¡Oh! Jncludablemente, una sola cosa es ne– cesaria: salvar el alma y conseguir el varaíso eterno (162). De los resplandores de la corte celestial ba– jemos a. las oscuridades del infierno y reflexione– mos sobre los tormentos de los condenados, pri– vados para siempre de la visión de Dios, circun-– dados de fuego y de todas las p211as de sentido. ¡Oh! ¡Qué cosa más terrible condenarse eterna• mente! ¿Quién podrá habitar con los ardores sempiternos? ¿Es cosa de poca importancia con– denarse para siempre? ¿No es un negocio nece– sario, sumamente necesario, salvar el alma? ¿No nos esforzaremos un poco para evitar el fuego del infierno eterno? ¿Por un placer efímero, por un deleite pasajero, por una ambición vana, por un capricho, por la satisfacción de una pasión venderemos el alma a los demonios y nos expon– dremos a peligro de reprobación sempiterna? ¡Oh, Dios mío, no lo permitáis jamás! Cueste lo que cueste, quiero salvar mi a:ma... bl Es un negocio único. El hombre no tiene más que una sola alma y no muere más que una sola vez; si por desgracia muere mal y la pierde, el daño será irremediable Si uno pierde el dinero en el juego, tiene la esperanza de ganarlo de nue– vo; cuando un negocio sale mal, se emprende otro; si un oficio no le gusta, tiene facultad para elegir otra profPsión; si está enfermo, puede re– cuperar la salud: si pierde un ojo, le queda otro; si 11:' amputan un brazo, todavía se puede servir (1611 condionae n!!Rs1nn,<>< temporís ad futuram quae nobis. Rom.. VIII, 18. (162¡ V. Thomas de Celano, O. F. M.: Legenda II, CLXI, p. 328 y sigs, Ed, Eduard Alenconensls, O. T. M. Capo. Romae, 1905.
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