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CAP. II.-FUNDAMENTOS TRADICIONALES 83 gac10n que tenemos todos los cristianos, según nuestra condición, de propagar la fe de Jesucristo. En la imposibilidad de ser com– pletos en la materia, nos limitamos sólo a espigar algunos testi– monios de algunos Padres más importantes (40). 105. 1) Eusebio de Cesárea. - Eusebio Pánfilo de Cesárea de Palestina (265-339) fué un genio universal y erudito. Entre sus muchas obras recordamos sólo las tres siguientes que más intere– san a nuestro fin: Praepa,ratio evange Iica ( 41), en la que demues– tra la superioridad del judaísmo y cristianismo sobre el paganismo, desde todos los puntos de vista. Demonstratio evangelica ( 42), en la que prueba contra los hebreos la verdad del cristianismo, demos– trando que la religión mos:lica no fué otra cosa que la prepara– ción providencial al Evangelio. La Historia Ecclesiastica, de in– estimable valor, en la que narra la historia del cristianismo desde sus orígenes hasta el triunfo de Constantino sobre Licinio en 32:3. Manifiesta la vida de la Iglesia entre los p2rseguidores, los here– j c·s y los judíos, bajo la guía visible de la Providencia. Hablando de los primitivos evangelizadores de Cristo, dice: «Además de esto hubo por entonces otros muchos a quienes correspondía el prin– cipal puesto entre los sucesores de los Apóstoles. Estos, como dis– cípulos que eran de tales maestros, varones admirables y llenos de Dios a su vez, lo primero que hicieron fué, con nuevos aumentos, completar en varios sitios la obra de las comunidades, cuyos ci– mientos habían echado los Apóstoles, lo cual verificaron, promo– viendo más y más la evangelización del Reino de Cristo ( 43). 106. 2) San Atanasio.- San Atanasia de Alejandría (285- 373), defensor acérrimo de la fe católica contra paganos y herejes, principalmente arrianos, es llamado con razón columna de la Igle– sia y padre de la verdadera fe. En su Oratio vel Líber contra gentes deshace las acusaciones que los paganos lanzaban contra los se– cuaces de Cristo, confuta la idolatría y trata del verdadero Dios de los cristianos, el único que merece las adoraciones de todos los hombres. En su Carta al Emperador Joviniano hace ver que la fe católica no es una doctrina nueva, ni desconocida, sino que ha– cía ya varios siglos que venía predicándose y que había sido reci– bida por todos los pueblos conocidos, en todos los cuales existían entonces Iglesias muy florecientes (44). (40) El número y méritos de estos escritores se refieren en los autores de Patro– logía. Son eminentes, entre los orientales. Eusbio de Cesarea. San Atanasia, San Basilio, San Gregario Nacianceno. San Gregario Niseno, San Cirilo de Jerusalén, San Epifanía. San Juan Crisóstomo, San Cirilo Alejandrino, San Efrén; entre los latinos, San Hi!ario de Poitiers. San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San León Magno San Próspero de Aquitania. (41) P. G., 21, 21-1403. (42) P. G., 22, 13-792. (43) Hist. EccL.. lib. III, cap. 37, P. G., 20. 291-294. (44) Epist. ad Jovinian, n. 2, P. G., 26. 815 y sigs.

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