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80 P. I.-MISIONOLOGÍA DOCTRINAL El Pedagogo de Clemente es uno de los libros más interesan– de pedagogía cristiana. Comprende tres libros: el primero pre– senta al Verbo divino Encarnado como el maestro y educador de las almas ; en los otros dos se enumeran los vicios y defectos que los cristianos deben evitar y corregir. Jesucristo es el divi– no y amantísimo Pedagogo que vino del cielo para instruir, educar y moralizar a todos sin distinción. «Él no admite diversa moral ni diversa educación espiritual humana entre hombres y mujeres. Todos y todas, niños ante Dios, deben acudir a este único Maes– tro capaz de dirigirnos acertada y eficazmente al fin de nuestros destinos eternos» (22). Al fin de sus admirables libros exclama: «¡Oh, alumnos de la divina Pedagogía! ¡ Llenemos el cometido de la bella persona de la Iglesia! Como infantes echémonos sobre el regazo de tan buena Madre; y, si somos cumplidores de sus enseñanzas, glorifiquemos la dichosa economía por la que el hombre resulta formado y educado, y santificados los hijitos de Dios» (23). Acerca del proselitismo de los cristianos de los primeros tiem– pos y de la propagación de la fe escribe en otra obra llamada Stromata: «La doctrina de Jesucristo no quedó reducida a sólo la Judea, como la Filosofía a Grecia ; sino que se difundió por todo el orbe, entre los griegos y los bárbaros, por las ciudades y por las aldeas, entre toda clase de hombres y hasta entre los mis– mos filósofos, no pocos de los cuales habían abrazado la doctrina salvadora» (24). Este proselitismo de la Iglesia no tiene su expli– cación sino en la creencia de que la redención era para todos, y de que todos, por consiguiente, tienen necesidad de conocer la doctrina de Jesucristo, de recibir el bautismo e ingresar en el seno de la Iglesia. 99. 5) Orígenes. - Este fecundísimo escritor nació en Alejan– dría, de Egipto, hacia el 185. En el 212 hizo un viaje a Roma para conocer de visu aquella antiquísima Iglesia (25). Hablando de la necesidad y universalidad de la doctrina de Jesús, escribe: In Adam omnes morimur atque ita corruit orbis terrarum, et indi– get erectione, ut in Christo omnes vivificemur (26). Contra Celso, probando el efecto grandioso y universal de la fe, dice: Nam vel ab initio nemo non impedire conatus est, quominus J esu doctrina per totum orbem spargeretur, reges cujusque aetatis, exercituum praefecti et duces, quicumque, 1tt verbo dicam., aliqua potestate praediti fuerunt; praeterea, qui in urbibus auctoritate pollebant, (22) Cfr. P. JosÉ ZA'.\IEZA. S. J., La Roma pagana y ei Cristianismo. Los Mártires del siglo II, rp. 409, Roma-Madrid, 194L (23) Paedagogus, lib. III, cap. XI, P. G., 8, 678. (24) Strom., I, ca:p. XVIII, P. G., 9, 399. (25) F. CAYRÉ, Patrologie et Histoire de la Tliéologie, t. I, rp. 185, Paris, 1938. (26) In Jerem. Hom. VIII, P. G., XIII, 338.
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