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68 P. I.--MISIONOLOGÍA DOCTRINAL en bondad, en el Espíritu Santo, en caridad sincera, en palabras de veracidad, en el poder de Dios, en armas de justicia ofensiva y defensiva, en honra y deshonra, en buena o mala fama ... » (196). Los misioneros de todos tiempos tienen en San Pablo un apóstol ejemplar que sacrifica su vida por la propagación del Evangelio y la salvación de las almas. h) LA SOLICITUD POR LAS lGLESIAs.-San Pablo va fundando comunidades cristianas en Antioquía, Iconio, Listra, Derbe, Ga– lacia, Filipo, Tesalónica, Atenas, Corinto, Roma, etc. No se ol– vida de los nuevos cristianos ; les visita personalmente cuando pue– de, o les dirige cartas de orden dogmático, moral o pastoral, según las necesidades; coloca Obispos ejemplares como Timoteo y Tito, a quienes escribe epístolas pastorales, mostrándoles cómo han de conducirse en el gobierno de las cristiandades. Vigila presente y ausente para que no se introduzcan errores o vicios en las comu– nidades; por esto escribe a los Colosenses: «Esto os digo para que nadie os engañe con argumentos capciosos; pues aunque estoy ausente en la carne, en el espíritu estoy en medio de vosotros, ale– grándome de vuestro buen concierto y de la firmeza de vuestra fe en Cristo (197). En la enumeración que hace de los trabajos su– fridos por Cristo incluye la solli<:itudo omnium Ecciesiarum (198) 73. Modelo de rnisioneros.-San Pablo fué dotado de un alma grande, bien provista de conocimientos naturales y sobrenaturales, de inteligencia comprensiva, de corazón magnánimo, encendido en el celo de la gloria de Dios y la salvación de las almas; de una fortaleza y abnegación heroicas para arrostrar peligros, persecu– ciones, naufragios, cárceles, cadenas y otras especies de tormentos, que repetidas veces sufrió. Con dignidad apostólica de enviado de Cristo, exhortaba, corregía, reprendía, disputaba, perdonaba, se humillaba, defendía y, corno él mismo dijo, se hacía todo para todos, a fin de ganarlos a todos para Cristo (199). El mismo se defendió contra sus detractores, diciendo que había trabajado más que los otros Apóstoles (200). Es un perfecto modelo del misionero católico, que, adorna– do con la aureola de la ciencia divina y humana y encendido su pecho en la ardiente caridad de Cristo, debe recorrer las regiones del mundo buscando almas, sin perdonar medios ni fatigas hasta conseguir su eterna salvación. La vida, hechos y doctrina del Apóstol de las gentes deben vivir muy presentes en la memoria (196) II Cor., VI, 4-8. (197) Co!., II, 4-5. (198) JI Cor., XI, 29. (199) I Cor., IX, 22. (200) I Cor., XV, 10.

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