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60 P. I.-MISIONOLOGÍA DOCTRINAL Para esto constituye corno Jefe a San Pedro y a sus legítimos su– cesores, adornándoles con la singular prerrogativa de la infali– bilidad en materia de fe v de cm;tumbres. Jesús, hallándose en Cesare;a de Filipo, cuando San Pedro le hace confesión sincera y pública de su divinidad, le dice estas palabras: Et ego dico tibi, quia tu es Petrus, et super hane petrani aedificabo ecclesiam meam: et portae inferi non praevalebunt ad– versus eam. Et tibi daba daves regni caelorurn, (165). Despuós de la Resurrección, Jesús cumple su promesa y le constituye piedra angular y Pastor Supremo de su Iglesia. Apacienta mis corderos y apacienta mis ovejas (166). Promete a San Pedro y a los demás Apóstoles el Espíritu Santo, el cual les iluminará y les enseñará a conocer todas las cosas (167). Les asegura ademá;; de su asisten– cia singularísima. He aquí que yo estaré con vosotros hasta la con– sumación de los siglos (168). La supremacía de San Pedro y la infalibilidad de la Iglesia contenida en la Escritura y definidas por el Concilio Vaticana (169). nos demuestran que no podrán prevalecer contra el Catolicismo ni los errores, ni los cismas, ni las herejías, ni la infidelidad, ni las potestades temporales o infernales. La Iglesia de Cristo no tiene por qué temer por su existencia, ni por su virtud expansivo– misionera, ni por sus triunfos sobre las demás religiones del mun– do. Los misioneros católicos marchan a la viña del Señor seguros de su doctrina y esperanzados de sus triunfos. § II.-Los HECHOS DE Los APÓSTOLES. 63. Los Evangelios comprenden lo que hizo, enseñó y practicó Jesús hasta su Ascensión a los cielos. En los Hechos Apostólicos se nos cuenta ya la realización de su obra por los Apóstoles y Discípulos. Se predica el Evangelio, se emprende la conversión del mundo, se combaten los errores de los sabios, se destruyen las divinidades de los gentiles; y, a pesar de las dificultades y persecuciones, se planta la Cruz salvadora en las más apartadas regiones de la tierra. Seleccionemos los hechos más culminantes que se refieren a nuestro intento. 64. Pentecostés.-Después de la Ascensión los Apóstoles se re– tiraron con María Santísima al Cenáculo, y perseveraban uná– nimes y constantes en la oración, hasta el cumplimiento de las (165) 1\íatth.. XVI. 18-19. (166) Joan., XXI, 15 y sigs. (167) Joan., XIV. 26. (168) Matth., XXVIII, 20. (169) Cfr. DENZ-BANNWART, nn. 1826-1832.

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