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CW. I.-FUNDAl\'IENTOS BÍBLICOS 55 no llamaremos a Dios Padre de Israel, sino Padre Nuestro que estás en los cielos. Jesucristo pone fin a la Ley Antigua, dominada por el temor y la justicia, para proclamar la Ley Nueva, llena de amor y de misericordia. Este Mensaje de amor y de misericordia debe ser esencialmente misionero, es decir, universal geográfica y etnológicamente. Las ideas misionales en el N. T. son abundan– tísimas y de claridad meridiana; pero en un Manual no es posible sintetizarlas; viéndonos, por esto, obligados a seleccionar algunas más relevantes, teniendo siempre presentes el universalismo de la Iglesia y la vocación de los gentiles a la fe verdadera que sólo ella contiene y enseña. 55. Misión universal de Jesús.-Acerca de la m1s10n de J esu– cristo se pueden establecer cuatro sentencias, las cuales indicamos a continuación: l.ª Según algunos racionalistas moc!ernos, Jesús es R0dentor solamente de su pueblo. Su misión era elevar la potencia de Israel al esplendor que tuvo en los tiempos de David y Salomón. 2." Según otros racionalistas, el Mesías vino exclusivamente para su pueblo israelítico; y la predicación del reino de los cielos estaba destinada a la gente judía. Jesús evangelizó a otras gentes sólo indirectamente, en cuanto el Evangelio se propagó fuera de los límites del pueblo hebreo por la admiración y el espíritu que suscitó entre las gentes. 3.ª Otros distinguen dos momentos o períodos en la vida de Jesús: en un primer período, Jesús pensó solamente en redimir a su pueblo; pero, viendo frustrada su misión, cambió de parecer y la extendió también a los gentiles (129). 4.ª La doctrina católica afirma que Jesús es Salvador univer– sal, que es el primer misionero enviado por el Padre~ para todos los hombres. Su vida, su apostolado, su doctrina, abrazan todas las gentes, sin límites en el tiempo y en el espacio. En los Evange– lios se nos habla, repetidas veces, de una misión recibida de su Eterno Padre, que, substancialmente, es siempre la misma: Ia salvación eterna de la humanidad culpable. Por San Juan nos dice: De tal manera amó Dios al mundo, que le dió su Unigénito; para que todo el que crea en r'Jl no perezca, sino que obtenga la vi.da eterna. No le envió para juzgarle. sino para que se salve por Él (130). Esta es la voluntad de aquel que me envió, que no pierda uno de todos los que me ha dado (131). Murmuraban los fariseos de que entrase en casa de Zaqueo publicano, y el Divino Salvador respondió: Hoy ha venido la salud a esta casa; porque él también (129) Cfr. VITTI, S. J .. Gesú e !'apostolato missionario, en Teología e Missioni, pp. 141-142, Roma, 1943. (130) Joan., III, 16-17. (131) Joan., VI. 39.

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