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48 P. I.--MISIONOLOGÍA DOCTRINAL y él será llamado nuestro Dios justo ... Corno no se pueden contar las estrellas del cielo ni medir la arena del rnar; así muLtipLicaré la descendencia, de rni siervo David, y los Levitas mis minis– tros (82). Como se ve, anuncia también el sacerdocio mesiánico. 40. Ezequiel.-Sumamente simbólico, elegante y vehemente en su estilo, ocupa un puesto singular entre los Profetas. Es lla– mado el Profeta de la fidelidad divina, porque anuncia y da espe– ranzas al pueblo de que Dios será fiel en los castigos y en las pro– mesas. La destrucción vendrá sobre el pueblo de Israel; de su humillación hará Dios salir un humilde tallo que crecerá en árbol gigantesco, donde vendrán a cobijarse todas las aves del cielo. Es como decir que el reino mesiánico comenzará con modestos brotes, pero llegará a toda su gloria, extendi('ndose por todo el universo, reuniendo bajo su trono todos los hombres, donde en– contrarán su nido de paz y de justicia (83). Semejante compara– ción hizo el mismo Salvador de su reino en la parábola del grano de mostaza (84). En el capítulo XXXIV se lamenta de los malos pastores de Israel que, en lugar de apacentar con pastos saludables sus ove– jas, buscaban su propio interés, y refiriéndose a su pueblo, rebaño sin pastor, le dice para su consuelo: « Yo suscitaré sobre ellas (sus ovejas) un Pastor que las apaciente, a, mi siervo David (Jesu– cristo): el las apacentará y será para ellas verdadero Pastor. Yo seré entonces el Dios de ellos (todos los hombres de la tierra), y mi siervo David será príncipe en medio de ellos» (85). Este pasaje nos trae a la memoria la parábola del Buen Pastor que se lee en el Evangelio de San Juan (86). En el capítulo XXVII des– cribe la opulencia de Tiro, en la cual algunos expositores ven la magnificencia de la Iglesia, que es como una nave cargada de ricas mercancías (87). Los últimos capítulos figuran el reino me– siánico bajo los símbolos de un templo vastísimo erigido en un monte alto, el culto levítico espléndidamente restaurado, tierras admirablemente fecundadas, entre las doce tribus y los extranje– rns igualmente distribuídas. Con estos símbolos se describen la santidad y universalidad de la Iglesia, nuevo templo (88), nuevo culto (89) y nueva tierra (90). (82) Jer. XXXIII, 9, 15-16, 22. (831 Ezcq., XVII. 22-24. /B41 Matth., XIII, 31-32. (85¡ Ezeq., XXXIV, 23-2-! (86) Joan., X, 10 y sigs. (87) Ezeq., cap. XXVII. (88) Ezeq., cap. IL. (89) Ezeq , cap. ILIV. (90) Ezeq., cap. ILVII.
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