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CAP. !.--FUNDAMENTOS BÍBLICOS 4:i y umco es el Creador del universo, Señor de todos los hombres y de todos los pueblos, de cuyo dominio supremo ninguno puede eximirse. El segundo es universal porque su misión, su redención y su Iglesia se extenderán a todas las gentes y a todos los tiempos. El reino de J ahvé es fundamento y preparación para el reino del Mesías, que será su corona. El primero es universal de jure; y se hará universal de facto, sólo por la fundación y propagación del segundo, es decir, del reino mesiánico. Los profetas en una forma u otra no cesan de clamar que el reino mesiánico no se limitará a la nación judía; pasará sus fronteras; establecerá alianza de paz, de justicia y de misericordia en todos los pueblos de la tierra; no habrá distinción entre judíos y gentiles; todos seremos súbditos del Mesías anunciado por tantos oráculos. Estos enviados extra– ordinarios se esforzaban en conservar viva la memoria en las pro– mesas acerca del Mesías, haciendo ver que toda fe, esperanza y felicidad debía cifrarse en el prometido Redentor. Por esto decía San Pedro: Hacéis bien en atender a las palabras de los profetas, como una antorcha que luce en un lugar tenebroso, hasta que brille el día y nazca el lucero en vuestros corazones (64). Prescindiendo de otras explicaciones, que suponemos ya cono– cidas, nos concretamos a referir aquí algunos textos o pasajes de cada uno de los profetas que en sentido literal, simbólico o típico se puedan aplicar al Mesías o a su reino, la Iglesia católica, arca de salvación para todas las gentes. 38. Isaías.-Isaías es uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento. Fué natural de Jerusalén e hijo de la noble familia de Amós; profetizó bajo cuatro reyes sucesivos: Ozías, Joatán, Acaz y Ezequías. El Espíritu Santo, por medio del Eclesiástico, le tributa d siguiente elogio: Isaías propheta magnus et fidelis in conspechl Dei. In diebus ipsius retro rediit sol, et addidit regí vitmn. Spiritu magno vidit ultima, et consolatus est lugentes in Sion. Usque in sempiternum ostendit futiLra et abscondita ante– quam evenirent (65). Habla con tanta claridad de Jesucristo, de su divinidad, de su nacimiento, de su doctrina, de su pasión y de la universalidad de su Iglesia, que no sin razón le llamó San Jeró– nimo Evangelista y Apóstol (66). San Agustín dice que preanun– ció más abiertamente que todos los demás el Evangelio y la voca– ción de los gentiles (67). Se debería comentar todo para compren– der bien el alcance de sus visiones; pero sólo podemos indicar algunos pasajes más salientes. (G4) II Pctr., I, 19. ttl5) Ecc!i., XLVIII, 25-28. (66) In Is. pro!og., P. L .. t. XXIV, t. XXIV, col. 18. (67) Conf., lib. IX, cap. v, P. ,L., t. xxxn. col. 769.

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